Eliseo

Hombres y mujeres de la Biblia

Introducción Eliseo

Eliseo pág. 168

Eliseo (‘Dios es salvación’). Sucesor y discípulo de Elías en la obra profética a favor del reino de Israel. Continuador de la tarea de procurar conducir a la nación de la apostasía a la adoración del verdadero Dios. Cuando, siguiendo la orden de Dios, Elías lo iba a ungir como continuador de su obra, lo encontró labrando la tierra con doce yuntas de bueyes. Elías le arrojó su manto y Eliseo entendió, y aceptó el llamamiento, aunque no lo expresó con palabras.

Llegó a ser compañero de Elías y estuvo a su lado hasta el instante en que este fue llevado al cielo. Entonces, Elías le preguntó qué deseaba que hiciera por él, a lo que Eliseo respondió que quería una doble porción del Espíritu que estaba sobre él.

Después que Elías ascendiera, Eliseo llegó a ser un gran continuador de las escuelas de los profetas, donde los jóvenes recibían una preparación espiritual para ser una bendición para el pueblo.

Su vida se encuentra llena de evidencias que, en verdad, fue objeto de una enorme porción del Espíritu.

Ejerció un prolongado ministerio de sesenta años y falleció tranquilamente en su propia casa.

1 Reyes 19:15-16

15 Jehová le dijo: –Ve, vuelve por el mismo camino, hacia el desierto de Damasco. Llegarás y ungirás a Hazael como rey de Siria.
16 A Jehú hijo de Nimsi lo ungirás como rey de Israel, y a Eliseo hijo de Safat, de Abel-mehola, lo ungirás como profeta para que ocupe tu lugar.

2 Reyes 2-7

2 Reyes 2

Eliseo sucede a Elías

1 Aconteció que cuando Jehová iba a alzar a Elías en un torbellino al cielo, Elías venía con Eliseo de Gilgal.
2 Y Elías dijo a Eliseo: –Quédate ahora aquí, porque Jehová me ha enviado a Bet-el. –¡Vive Jehová y vive tu alma, que no te dejaré! –le dijo Eliseo. Descendieron, pues, a Bet-el.
3 Salieron al encuentro de Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Bet-el y le dijeron: –¿Sabes que Jehová va a arrebatarte hoy a tu señor? –Sí, lo sé; pero callad –respondió él.
4 Elías le volvió a decir: –Eliseo, quédate aquí ahora, porque Jehová me ha enviado a Jericó. –¡Vive Jehová y vive tu alma, que no te dejaré! –le respondió Eliseo. Siguieron, pues, a Jericó.
5 Se acercaron a Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Jericó, y le dijeron: –¿Sabes que Jehová va a arrebatarte hoy a tu señor? –Sí, lo sé; pero callad –respondió él.
6 Luego Elías le dijo: –Te ruego que te quedes aquí, porque Jehová me ha enviado al Jordán. –¡Vive Jehová y vive tu alma, que no te dejaré! –le respondió Eliseo. Y se fueron los dos.
7 Pero llegaron cincuenta hombres de los hijos de los profetas y se pararon enfrente, a lo lejos, mientras ellos dos se detenían junto al Jordán.
8 Tomó entonces Elías su manto, lo dobló y golpeó las aguas, las que se apartaron a uno y a otro lado, y ambos pasaron por lo seco.
9 En cuanto pasaron, Elías dijo a Eliseo: –Pide lo que quieras que haga por ti, antes que yo sea arrebatado de tu lado. Eliseo dijo: –Te ruego que me dejes una doble porción de tu espíritu.
10 –Cosa difícil has pedido –le respondió Elías–. Si me ves cuando sea separado de ti, te será concedido; pero si no, no.
11 Aconteció que mientras ellos iban caminando y hablando, un carro de fuego, con caballos de fuego, los apartó a los dos, y Elías subió al cielo en un torbellino.
12 Al ver esto, Eliseo clamó: «¡Padre mío, padre mío! ¡Carro de Israel y su caballería!» Y nunca más lo vio. Entonces Eliseo tomó sus vestidos y los rasgó en dos partes.

13 Alzó luego el manto que se le había caído a Elías, regresó y se paró a la orilla del Jordán.
14 Después tomó el manto que se le había caído a Elías, golpeó las aguas, y dijo: «¿Dónde está Jehová, el Dios de Elías?» Apenas hubo golpeado las aguas del mismo modo que Elías, estas se apartaron a uno y a otro lado, y Eliseo pasó.
15 Al verlo, los hijos de los profetas que estaban al otro lado en Jericó dijeron: «El espíritu de Elías reposó sobre Eliseo». Fueron enseguida a recibirlo, se postraron delante de él
16 y dijeron: –Aquí hay entre tus siervos cincuenta hombres fuertes. Deja que vayan y busquen a tu señor ahora; quizá lo ha levantado el espíritu de Jehová y lo ha arrojado en algún monte o en algún valle. –No enviéis a nadie –les dijo él.
17 Pero ellos lo importunaron tanto que avergonzándose dijo: –Enviadlos. Entonces enviaron ellos a los cincuenta hombres, quienes lo buscaron durante tres días, pero no lo hallaron.
18 Cuando volvieron junto a Eliseo, que se había quedado en Jericó, él les dijo: –¿No os dije yo que no fuerais?
19 Los hombres de la ciudad dijeron a Eliseo: –Mira, el lugar en donde está colocada esta ciudad es bueno, como mi señor ve; pero las aguas son malas y la tierra es estéril.
20 –Traedme una vasija nueva y poned en ella sal –dijo él. Cuando se la trajeron,
21 Eliseo fue hacia los manantiales de las aguas, echó dentro la sal y dijo: –Así ha dicho Jehová: «Yo sané estas aguas, ya no habrá en ellas muerte ni enfermedad».
22 Y fueron saneadas las aguas hasta hoy, conforme a la palabra que pronunció Eliseo.
23 Después Eliseo salió de allí hacia Bet-el. Subía por el camino, cuando unos muchachos salieron de la ciudad y se burlaban de él, diciendo: «¡Sube, calvo! ¡Sube, calvo!»
24 Miró él hacia atrás, los vio y los maldijo en nombre de Jehová. Salieron dos osos del monte y despedazaron a cuarenta y dos de esos muchachos.
25 De allí se fue al monte Carmelo, y de allí regresó a Samaria.

2 Reyes 3

Reinado de Joram de Israel

1 Joram hijo de Acab comenzó a reinar en Samaria sobre Israel en el año dieciocho de Josafat, rey de Judá. Reinó doce años.
2 Pero hizo lo malo a los ojos de Jehová, aunque no como su padre y su madre, pues quitó las estatuas de Baal que su padre había hecho.
3 No obstante, se entregó a los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, que hizo pecar a Israel, y no se apartó de ellos.

Eliseo predice la victoria sobre Moab

4 Mesa, rey de Moab, era propietario de ganados y pagaba al rey de Israel cien mil corderos y cien mil carneros con su lana.
5 Pero cuando Acab murió, el rey de Moab se rebeló contra el rey de Israel.
6 Salió entonces de Samaria el rey Joram y pasó revista a todo Israel.
7 Fue y envió a decir a Josafat, rey de Judá: «El rey de Moab se ha rebelado contra mí: ¿quieres venir conmigo a la guerra contra Moab?» El rey de Judá respondió: «Iré, porque yo soy como tú, mi pueblo como tu pueblo, y mis caballos como los tuyos».
8 Y añadió: «¿Por qué camino iremos?» Joram respondió: «Por el camino del desierto de Edom».
9 Salieron, pues, el rey de Israel, el rey de Judá y el rey de Edom. Como tuvieron que dar un rodeo por el desierto, a los siete días de camino les faltó agua para el ejército y para las bestias que los seguían.
10 Entonces el rey de Israel dijo: –¡Ah! Jehová ha llamado a estos tres reyes para entregarlos en manos de los moabitas.
11 Pero Josafat dijo: –¿Acaso no hay aquí profeta de Jehová para que consultemos a Jehová por medio de él? Uno de los siervos del rey de Israel dijo: –Aquí está Eliseo hijo de Safat, que servía a Elías.
12 –Este tendrá palabra de Jehová –afirmó Josafat. El rey de Israel, Josafat y el rey de Edom descendieron hacia donde él estaba.
13 Pero Eliseo dijo al rey de Israel: –¿Qué tengo yo que ver contigo? ¡Vete a los profetas de tu padre y a los profetas de tu madre! El rey de Israel le respondió: –No, porque Jehová ha reunido a estos tres reyes para entregarlos en manos de los moabitas.
14 Eliseo dijo: –¡Vive Jehová de los ejércitos, en cuya presencia estoy!, que si no sintiera respeto por Josafat, rey de Judá, no te miraría a ti ni te vería.
15 Pero ahora traedme un músico. Mientras el músico tocaba, la mano de Jehová se posó sobre Eliseo,
16 quien dijo: «Así ha dicho Jehová: «Haced en este valle muchos estanques».

17 Porque así dice Jehová: «No veréis viento, ni veréis lluvia, pero este valle se llenará de agua y beberéis vosotros, vuestras bestias y vuestros ganados».
18 Y como esto es poca cosa a los ojos de Jehová, él entregará también a los moabitas en vuestras manos.
19 Destruiréis toda ciudad fortificada y toda villa hermosa, talaréis todo buen árbol, cegaréis todas las fuentes de aguas y destruiréis con piedras toda tierra fértil».
20 Aconteció, pues, que a la mañana, cuando se ofrece el sacrificio, de la parte de Edom vinieron las aguas y la tierra se inundó.
21 Al enterarse todos los de Moab que los reyes subían a pelear contra ellos, se juntaron desde los que apenas podían ceñir armadura en adelante, y se pusieron en la frontera.
22 Cuando se levantaron por la mañana y brilló el sol sobre las aguas, vieron los de Moab desde lejos las aguas rojas como sangre
23 y dijeron: «¡Esto es sangre derramada a espada! Los reyes se han vuelto uno contra otro y cada uno ha dado muerte a su compañero. Conque ¡al botín, Moab!»
24 Pero cuando llegaron al campamento de Israel, se levantaron los israelitas y atacaron a los de Moab, los cuales huyeron ante ellos. Entonces los persiguieron, mataron a los de Moab,
25 asolaron las ciudades y en todas las tierras fértiles echó cada uno su piedra y las llenaron. Cegaron también todas las fuentes de las aguas y derribaron todos los buenos árboles. Sólo quedó en pie la ciudad de Kir-hareset, pero los honderos la rodearon y la destruyeron.
26 Cuando el rey de Moab vio que lo vencían en la batalla, tomó consigo setecientos hombres que manejaban espada para atacar al rey de Edom; pero no pudieron hacerlo.
27 Entonces tomó a su primogénito, que había de reinar en su lugar, y lo sacrificó en holocausto sobre el muro. Esto provocó tan gran enojo contra Israel, que se alejaron de allí y regresaron a su tierra.

2 Reyes 4

El aceite de la viuda

1 Una de las mujeres de los hijos de los profetas clamó a Eliseo diciendo: –Tu siervo, mi marido, ha muerto, y tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehová. Pero el acreedor ha venido para llevarse a dos hijos míos como siervos.
2 Eliseo le dijo: –¿Qué puedo yo hacer por ti? Dime qué tienes en tu casa. Ella respondió: –Tu sierva no tiene ninguna cosa en la casa, sino una vasija de aceite.
3 Él le dijo: –Ve y pídeles vasijas prestadas a todos tus vecinos, vasijas vacías, todas las que puedas conseguir.
4 Luego entra y enciérrate junto a tus hijos. Ve llenando todas las vasijas y poniendo aparte las que estén llenas.
5 Se fue la mujer y se encerró con sus hijos. Ellos le traían las vasijas y ella echaba del aceite.

6 Cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a uno de sus hijos: –Tráeme otras vasijas. –No hay más vasijas –respondió él. Entonces cesó el aceite.
7 Ella fue a contárselo al hombre de Dios, el cual dijo: –Ve, vende el aceite y paga a tus acreedores; tú y tus hijos vivid de lo que quede.

Eliseo y la sunamita

8 Aconteció también que un día pasaba Eliseo por Sunem, y una mujer importante que allí vivía le invitó insistentemente a que se quedara a comer. Cuando él pasaba por allí, venía a la casa de ella a comer.
9 Entonces la mujer dijo a su marido: –Mira, yo sé que este que siempre pasa por nuestra casa es un santo hombre de Dios.
10 Te ruego que hagamos un pequeño aposento de paredes, pongamos allí una cama, una mesa, una silla y un candelabro, para que cuando él venga a visitarnos, se quede en él.
11 Aconteció que un día vino él por allí, se quedó en aquel aposento y allí durmió.
12 Entonces dijo a Giezi, su criado: –Llama a esta sunamita. El criado la llamó, y cuando ella se presentó ante él,
13 Eliseo dijo a Giezi: –Dile: «Ciertamente te has mostrado solícita hacia nosotros con todo este esmero; ¿qué quieres que haga por ti? ¿Necesitas que hable por ti al rey, o al general del ejército?» –Yo habito en medio de mi pueblo –respondió ella.
14 –¿Qué, pues, haremos por ella? –dijo él. Y Giezi respondió: –Ella no tiene hijos y su marido es viejo.
15 –Llámala –dijo Eliseo. Él la llamó y ella se paró en la puerta.
16 Entonces Eliseo le dijo: –El año que viene, por este tiempo, sostendrás un hijo en tus brazos. Ella dijo: –No, señor mío, varón de Dios, no te burles de tu sierva.
17 Al año siguiente, la mujer concibió y dio a luz un hijo, en el tiempo que Eliseo le había dicho.
18 Y el niño creció. Pero un día en que vino a ver a su padre, que estaba con los segadores,
19 comenzó a gritarle: –¡Ay, mi cabeza, mi cabeza! –Llévalo a su madre –dijo el padre a un criado.
20 Este lo tomó y lo llevó a su madre, la cual lo tuvo sentado sobre sus rodillas hasta el mediodía, cuando murió.
21 Subió ella entonces, lo puso sobre la cama del hombre de Dios y, cerrando la puerta, salió.
22 Luego llamó a su marido y le dijo: –Te ruego que envíes conmigo a alguno de los criados y una de las asnas, para que yo vaya corriendo a ver al varón de Dios y regrese enseguida.
23 –¿Para qué vas a verlo hoy? No es luna nueva ni día de reposo –dijo él. –Quédate tranquilo –respondió ella.
24 Después hizo ensillar el asna, y dijo al criado: –Guía y adelante. No hagas que me detenga en el camino, sino cuando yo te lo diga.

25 Partió, pues, y llegó al monte Carmelo, donde estaba el varón de Dios. Cuando el varón de Dios la vio de lejos, dijo a su criado Giezi: –Ahí viene la sunamita.
26 Te ruego que vayas ahora corriendo a recibirla y le digas: «¿Te va bien a ti? ¿Les va bien a tu marido y a tu hijo?» –Bien –dijo ella.
27 Cuando llegó adonde estaba el varón de Dios en el monte, se asió de sus pies. Giezi se acercó para apartarla, pero el varón de Dios le dijo: –Déjala, porque su alma está muy angustiada y Jehová me ha ocultado el motivo; no me lo ha revelado.
28 Ella dijo: –¿Acaso le pedí yo un hijo a mi señor? ¿No te dije yo que no te burlaras de mí?
29 Eliseo dijo entonces a Giezi: –Ciñe tu cintura, toma mi bastón en tu mano y ve. Si te encuentras con alguien, no lo saludes, y si alguien te saluda, no le respondas. Luego pondrás mi bastón sobre el rostro del niño.
30 La madre del niño dijo: –¡Vive Jehová y vive tu alma, que no te dejaré!
31 Eliseo se levantó entonces y la siguió. Giezi se había adelantado a ellos y había puesto el bastón sobre el rostro del niño, pero este no tenía voz ni daba señales de vida; así que volvió a encontrarse con Eliseo y le dijo: –El niño no despierta.
32 Cuando Eliseo llegó a la casa, el niño ya estaba muerto, tendido sobre su cama.
33 Entró él entonces, cerró la puerta detrás de ambos y oró a Jehová.
34 Después subió y se tendió sobre el niño, poniendo su boca sobre la boca de él, sus ojos sobre sus ojos, y sus manos sobre las manos suyas. Se tendió así sobre él y el cuerpo del niño entró en calor.
35 Luego se levantó y se paseó por la casa de una a otra parte. Después subió y se tendió sobre el niño nuevamente. Entonces el niño estornudó siete veces y abrió sus ojos.
36 Eliseo llamó a Giezi y le dijo: «Llama a la sunamita». Giezi la llamó y, cuando ella entró, él le dijo: «Toma tu hijo».
37 Apenas ella entró, se echó a sus pies, postrada en tierra. Después tomó a su hijo y salió.

Milagros en beneficio de los profetas

38 Eliseo volvió a Gilgal cuando había mucha hambre en la tierra. Los hijos de los profetas estaban con él, por lo que dijo a su criado: «Pon una olla grande y haz potaje para los hijos de los profetas».
39 Uno de ellos salió al campo a recoger hierbas, halló una como parra montés y llenó su falda de calabazas silvestres. Regresó y las rebanó en la olla del potaje, pues no sabía lo que era.
40 Después sirvió para que comieran los hombres. Pero sucedió que al comer ellos de aquel guisado, empezaron a gritar: –¡Hombre de Dios, hay muerte en esa olla! Y no se lo pudieron comer.
41 Entonces Eliseo dijo: «Traed harina». La esparció en la olla y dijo: «Da de comer a la gente». Y no había ya ningún mal en la olla.
42 Llegó entonces un hombre de Baal-salisa, el cual trajo al hombre de Dios primicias de pan, veinte panes de cebada, y trigo nuevo en su espiga. Y Eliseo dijo: –Da a la gente para que coma.
43 Su sirviente respondió: –¿Cómo podré servir esto a cien hombres? Pero Eliseo insistió: –Da a la gente para que coma, porque así ha dicho Jehová: «Comerán y sobrará».
44 Entonces el criado les sirvió, ellos comieron y les sobró, conforme a la palabra de Jehová.

2 Reyes 5

Eliseo y Naamán

1 Naamán, general del ejército del rey de Siria, era un hombre que gozaba de gran prestigio delante de su señor, quien lo tenía en alta estima, pues por medio de él había dado Jehová salvación a Siria. Era este un hombre valeroso en extremo, pero leproso.
2 De Siria habían salido bandas armadas que se llevaron cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual se quedó al servicio de la mujer de Naamán.
3 Esta dijo a su señora: –Si rogara mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra.
4 Naamán fue y se lo relató a su señor diciendo: «Esto y esto ha dicho una muchacha que es de la tierra de Israel».
5 Y el rey de Siria le respondió: –Está bien, ve y yo enviaré una carta al rey de Israel. Salió, pues, Naamán, llevando consigo diez talentos de plata, seis mil piezas de oro y diez mudas de vestidos,
6 y también le llevó al rey de Israel una carta que decía: «Cuando recibas esta carta, sabrás por ella que yo te envío a mi siervo Naamán para que lo sanes de su lepra».
7 Luego que el rey de Israel leyó la carta, rasgó sus vestidos y dijo: «¿Acaso soy yo Dios, que da vida y la quita, para que este me envíe a un hombre a que lo sane de su lepra? Considerad ahora y ved cómo busca ocasión contra mí».
8 Cuando Eliseo, el varón de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestidos, envió a decir al rey: «¿Por qué has rasgado tus vestidos? Que venga a mí y sabrá que hay un profeta en Israel».
9 Llegó Naamán con sus caballos y su carro y se paró a las puertas de la casa de Eliseo.
10 Entonces Eliseo le envió un mensajero a decirle: «Ve y lávate siete veces en el Jordán; tu carne se restaurará y serás limpio».
11 Naamán se fue enojado diciendo: «Yo que pensaba: «De seguro saldrá enseguida, y puesto en pie invocará el nombre de Jehová, su Dios, alzará su mano, tocará la parte enferma y sanará la lepra».
12 Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavo en ellos, ¿no quedaré limpio también?» Y muy enojado se fue de allí.
13 Pero sus criados se le acercaron y le dijeron: –Padre mío, si el profeta te mandara hacer algo difícil, ¿no lo harías? ¿Cuánto más si solo te ha dicho: «Lávate y serás limpio»?

14 Descendió entonces Naamán y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios, y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio.
15 Luego volvió con todos sus acompañantes adonde estaba el hombre de Dios, se presentó delante de él y le dijo: –Ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel. Te ruego que recibas un presente de tu siervo.
16 Pero él dijo: –¡Vive Jehová, en cuya presencia estoy!, que no lo aceptaré. Y aunque le instaba a que aceptara alguna cosa, Eliseo no quiso.
17 Entonces Naamán dijo: –Te ruego, pues, ¿no se dará a tu siervo de esta tierra la carga de un par de mulas? Porque de aquí en adelante tu siervo no sacrificará holocausto ni ofrecerá sacrificio a otros dioses, sino a Jehová.
18 En esto perdone Jehová a tu siervo: cuando mi señor, el rey, entre en el templo de Rimón para adorar allí, y se apoye sobre mi brazo, si yo también me inclino en el templo de Rimón, si hago tal cosa, que Jehová perdone en esto a tu siervo.
19 Eliseo le respondió: –Ve en paz. Se fue, pues, y caminó como media legua de tierra.
20 Entonces Giezi, criado de Eliseo, el varón de Dios, pensó: «Mi señor ha dejado marchar a este sirio, Naamán, sin aceptar de sus manos las cosas que había traído. ¡Vive Jehová, que correré tras él a ver si obtengo alguna cosa!»
21 Siguió Giezi a Naamán, y cuando Naamán vio que venía corriendo detrás de él, se bajó del carro para recibirlo, y le preguntó: –¿Va todo bien?
22 –Todo bien –respondió él–. Pero mi señor me envía a decirte: «Acaban de venir a verme de los montes de Efraín dos jóvenes de los hijos de los profetas; te ruego que les des un talento de plata y dos vestidos nuevos».
23 Naamán dijo: –Toma, por favor, los dos talentos. Le insistió y ató los dos talentos de plata en dos bolsas, junto con dos vestidos nuevos, y lo dio todo a dos de sus criados para que lo llevaran a cuestas delante de Giezi.
24 Cuando llegó a un lugar secreto, lo tomó de manos de ellos y lo guardó en la casa. Luego mandó a los hombres que se fueran.
25 Entonces entró y se presentó ante su señor. Eliseo le dijo: –¿De dónde vienes, Giezi? –Tu siervo no ha ido a ninguna parte –respondió él.
26 Pero Eliseo insistió: –Cuando aquel hombre descendió de su carro para recibirte, ¿no estaba también allí mi corazón? ¿Acaso es tiempo de tomar plata y tomar vestidos, olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas?
27 Por tanto, la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre. Y salió de su presencia leproso, blanco como la nieve.

2 Reyes 6

Eliseo hace flotar el hacha

1 Los hijos de los profetas dijeron a Eliseo: –Mira, el lugar en que vivimos contigo es estrecho para nosotros.
2 Vayamos ahora al Jordán, tomemos cada uno una viga y hagamos allí un lugar donde habitar. –Id, pues –respondió Eliseo.
3 –Te rogamos que vengas con tus siervos –dijo uno. –Iré –respondió él.
4 Se fue, pues, con ellos y, cuando llegaron al Jordán, cortaron la madera.
5 Pero aconteció que mientras uno derribaba un árbol se le cayó el hacha al agua, y gritó diciendo: –¡Ah, señor mío, era prestada!
6 –¿Dónde cayó? –preguntó el varón de Dios. Él le mostró el lugar. Entonces Eliseo cortó un palo, lo echó allí e hizo flotar el hacha.
7 –Recógela –dijo Eliseo. El otro extendió la mano y la recogió.

Eliseo y los sirios

8 Estaba el rey de Siria en guerra contra Israel, y en consejo con sus siervos dijo: «En tal y tal lugar estará mi campamento».
9 Entonces el varón de Dios envió a decir al rey de Israel: «No pases por tal lugar, porque los sirios van hacia allá».
10 De manera que el rey de Israel enviaba gente a aquel lugar que el varón de Dios le había dicho. Así lo hizo una y otra vez con el fin de cuidarse.
11 El corazón del rey de Siria se turbó por esto, así que llamó a sus siervos y les dijo: –¿No me descubriréis vosotros quién de los nuestros está de parte del rey de Israel?
12 Uno de los siervos respondió: –No, rey y señor mío; el profeta Eliseo, que está en Israel, es el que hace saber al rey de Israel las palabras que tú hablas en tu habitación más secreta.
13 El rey ordenó: –Id y ved dónde está, para que yo envíe a apresarlo. Alguien le dijo: –Está en Dotán.
14 Y el rey envió allí gente de a caballo, carros y un gran ejército, los cuales llegaron de noche y sitiaron la ciudad.
15 El criado que servía al varón de Dios se levantó de mañana y salió. Al ver que el ejército tenía sitiada la ciudad, con gente de a caballo y carros, dijo a Eliseo: –¡Ah, señor mío! ¿qué haremos?
16 Eliseo respondió: –No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos.
17 Y oró Eliseo, diciendo: «Te ruego, Jehová, que abras sus ojos para que vea». Jehová abrió entonces los ojos del criado, y este vio que el monte estaba lleno de gente de a caballo y de carros de fuego alrededor de Eliseo.
18 Cuando los sirios descendían hacia él, oró Eliseo a Jehová, y dijo: «Te ruego que hieras con ceguera a esta gente». Y Jehová los hirió con ceguera, conforme a la petición de Eliseo.
19 Después les dijo Eliseo: «No es este el camino ni es esta la ciudad; seguidme y yo os guiaré al hombre que buscáis». Y los guió a Samaria.
20 Cuando llegaron a Samaria, dijo Eliseo: «Jehová, abre los ojos de estos para que vean». Jehová les abrió los ojos y vieron que se hallaban en medio de Samaria.
21 Al verlos el rey de Israel, le preguntó a Eliseo: –¿Los mataré, padre mío?
22 Él le respondió: –No los mates. ¿Matarías tú a los que tomaste cautivos con tu espada y con tu arco? Sírveles pan y agua; que coman y beban, y que vuelvan a sus señores.
23 Entonces se les preparó una gran comida. Cuando hubieron comido y bebido, los despidió, y ellos volvieron a su señor. Y nunca más vinieron bandas armadas de Siria a la tierra de Israel.

Eliseo y el sitio de Samaria

24 Después de esto aconteció que Ben-adad, rey de Siria, reunió todo su ejército, subió y sitió a Samaria.
25 A consecuencia de aquel sitio, hubo una gran hambruna en Samaria; tan duro era, que la cabeza de un asno se vendía por ochenta piezas de plata, y la cuarta parte de un cab de estiércol de palomas por cinco piezas de plata.
26 Al pasar un día el rey de Israel por el muro, una mujer le gritó: –Ayúdanos, rey y señor mío.
27 El rey respondió: –Si no te salva Jehová, ¿con qué te puedo salvar yo? ¿Con lo del granero o del lagar?
28 Y añadió el rey: –¿Qué tienes? Ella respondió: –Esta mujer me dijo: «Trae acá a tu hijo, nos lo comemos hoy y mañana comeremos al mío».
29 Cocimos, pues, a mi hijo, y nos lo comimos. Al día siguiente yo le dije: «Trae acá a tu hijo para que nos lo comamos». Pero ella ha escondido a su hijo.
30 Cuando el rey oyó las palabras de aquella mujer, rasgó sus vestidos, pasó por el muro y el pueblo vio las ropas ásperas que traía ceñidas a su cuerpo.
31 Y el rey exclamó: «Traiga Dios sobre mí el peor de los castigos, si la cabeza de Eliseo hijo de Safat queda hoy sobre sus hombros».
32 Eliseo estaba sentado en su casa, y con él estaban sentados los ancianos. El rey le había enviado un hombre, pero antes que el mensajero llegara, Eliseo dijo a los ancianos: –¿No habéis visto cómo este hijo de homicida envía a cortarme la cabeza? Mirad, pues, cuando llegue el mensajero cerrad la puerta e impedidle entrar. ¿Acaso no se oye tras él el ruido de los pasos de su amo?
33 Aún estaba hablando con ellos, cuando el mensajero descendió adonde él estaba y le dijo: –Ciertamente todo este mal viene de Jehová. ¿Qué puedo esperar ya de él?

 

2 Reyes 7

1 Dijo entonces Eliseo: –Oíd la palabra de Jehová: Así dijo Jehová: «Mañana a estas horas valdrá un siclo el seah de flor de harina, y un siclo dos seahs de cebada, a la puerta de Samaria».
2 Un príncipe sobre cuyo brazo el rey se apoyaba, respondió al varón de Dios y le dijo: –Si Jehová abriera ahora ventanas en el cielo, ¿sería esto así? Él dijo: –Tú lo verás con tus propios ojos, pero no comerás de ello.
3 Había a la entrada de la puerta cuatro hombres leprosos, y se decían los unos a los otros: –¿Por qué estamos aquí esperando la muerte?
4 Si tratamos de entrar en la ciudad, moriremos en ella, por el hambre que hay en la ciudad; y si nos quedamos aquí, también moriremos. Vamos, pues, ahora y pasémonos al campamento de los sirios: si ellos nos dan la vida, viviremos, y si nos dan la muerte, moriremos.
5 Se levantaron, pues, al anochecer, para ir al campamento de los sirios, y al llegar a la entrada del campamento de los sirios, no había allí nadie.
6 Jehová había hecho que en el campamento de los sirios se oyera estruendo de carros, ruido de caballos y el estrépito de un gran ejército, por lo que se dijeron unos a otros: «El rey de Israel ha tomado a sueldo contra nosotros a los reyes de los heteos y a los reyes de los egipcios para que vengan a atacarnos».
7 Así que se levantaron y huyeron al anochecer, abandonando sus tiendas, sus caballos, sus asnos y el campamento tal cual estaba. Huyeron para salvar sus vidas.
8 Cuando los leprosos llegaron al límite del campamento, entraron en una tienda, comieron y bebieron, tomaron de allí plata, oro y vestidos, y fueron a esconderlos. Después volvieron, entraron en otra tienda, y de allí también tomaron cosas que fueron a esconder.
9 Luego se dijeron unos a otros: –No estamos haciendo bien. Hoy es día de buenas noticias y nosotros callamos. Si esperamos hasta el amanecer, nos alcanzará nuestra maldad. Vamos pues, ahora, entremos y demos la noticia en la casa del rey.
10 Fueron, pues, llamaron a los guardias de la puerta de la ciudad, y les gritaron diciendo: «Nosotros fuimos al campamento de los sirios y no había allí nadie, ni se oía ninguna voz humana; solo estaban los caballos atados, los asnos también atados y el campamento intacto».
11 Los porteros gritaron y lo anunciaron dentro, en el palacio del rey.
12 Se levantó el rey de noche y dijo a sus siervos: –Os voy a decir lo que nos han hecho los sirios. Ellos saben que tenemos hambre, han salido de las tiendas y se han escondido en el campo, pensando: «Cuando hayan salido de la ciudad, los tomaremos vivos y entraremos en ella».
13 Entonces uno de sus siervos propuso: –Tomen ahora cinco de los caballos que han quedado en la ciudad (porque los que quedan acá también perecerán, como toda la multitud de Israel que ya ha perecido). Los enviaremos para ver qué pasa.
14 Tomaron, pues, dos caballos de un carro y los envió el rey al campamento de los sirios, diciendo: «Id y ved».
15 Ellos los siguieron hasta el Jordán y vieron que todo el camino estaba lleno de vestidos y enseres que los sirios habían arrojado por la premura. Regresaron los mensajeros y lo hicieron saber al rey.
16 Entonces el pueblo salió y saqueó el campamento de los sirios. Y, conforme a la palabra de Jehová, fue vendido un seah de flor de harina por un siclo, y dos seahs de cebada por un siclo.
17 El rey había puesto a la puerta a aquel príncipe sobre cuyo brazo él se apoyaba, pero el pueblo lo atropelló a la entrada, y murió, conforme a lo que había dicho el varón de Dios cuando el rey descendió a él.
18 Aconteció, pues, de la manera que el varón de Dios había anunciado al rey, al decir: «Serán vendidos por un siclo dos seahs de cebada, y el seah de flor de harina será vendido por un siclo mañana a estas horas, a la puerta de Samaria».
19 A lo cual aquel príncipe había respondido al varón de Dios: «Si Jehová abriera ventanas en el cielo, ¿pudiera suceder esto?» Y él le había dicho: «Tú lo verás con tus ojos, pero no comerás de ello».
20 Y así le sucedió, porque el pueblo lo atropelló a la entrada, y murió.

2 Reyes 13:14-21

14 Estaba Eliseo enfermo de la enfermedad que lo llevaría a la muerte, cuando descendió a verlo Joás, rey de Israel, y llorando delante de él, dijo: –¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su caballería!
15 Eliseo le dijo: –Toma un arco y unas flechas. Tomó él entonces un arco y unas flechas.
16 Luego dijo Eliseo al rey de Israel: –Pon tu mano sobre el arco. Y puso él su mano sobre el arco. Entonces puso Eliseo sus manos sobre las manos del rey
17 y dijo: –Abre la ventana que da al oriente. Cuando él la abrió, le dijo Eliseo: –Tira. Él lo hizo y Eliseo dijo: –Flecha de salvación de Jehová y flecha de salvación contra Siria. Tú herirás a los sirios en Afec hasta exterminarlos.
18 Después volvió a decir: –Toma las flechas. Luego que el rey de Israel las tomó, le ordenó: –Golpea la tierra. Él la golpeó tres veces y se detuvo.
19 Entonces el varón de Dios, enojado contra él, le dijo: –De dar cinco o seis golpes, habrías derrotado a Siria hasta no quedar ninguno, pero ahora derrotarás a Siria solo tres veces.
20 Eliseo murió y lo sepultaron. Ya entrado el año, vinieron bandas armadas de moabitas a la tierra.
21 Aconteció que estaban unos sepultando a un hombre cuando súbitamente vieron una banda armada; entonces arrojaron el cadáver en el sepulcro de Eliseo. Pero tan pronto tocó el muerto los huesos de Eliseo, revivió y se puso en pie.