Introducción David

David pág. 138

David (‘amado’ o ‘querido’). Hijo menor de Isaí, de Belén. Fue el segundo rey de Israel (1011-971 a. C.) y antepasado de Jesús.

En su juventud fue pastor de ovejas, demostrando su gran valor al proteger al rebaño de las fieras salvajes, incluso llegó a matar un león y un oso.

Fue ungido por el profeta Samuel como sucesor de Saúl.

Su primer contacto con la corte se debió a que, como sabía tocar el harpa, fue llamado para tranquilizar a Saúl de sus angustias a través de la música.

Gracias a él, Israel obtuvo una gran victoria sobre los filisteos, además de que David mató al gigante Goliat.

Más tarde, anduvo huyendo de Saúl, ya que este quería matarlo por envidia y celos, pero por el respetó que le tenía, perdonó la vida al rey en dos ocasiones que lo tuvo a su merced.

Después de la muerte de Saúl, llegó a ser uno de los reyes más importantes de Israel.

Manchó su vida al cometer adulterio con Betsabé y tratar de encubrir su pecado llevando a Urías, esposo de Betsabé a una muerte segura; aunque después experimentó un arrepentimiento extraordinario. Vivió sus últimos años apesadumbrado a causa de las pugnas por el poder entre sus hijos y de estos contra él. Pero abdicó en favor de Salomón.

David dejó listos los planos y el material necesario para la construcción del templo de Jerusalén.

Murió a los 70 años y fue sepultado en una ciudad que conquistó y que llegó a ser la capital del reino: Jerusalén.

 

1 Samuel 16-24

1 Samuel 16

Samuel unge a David

1 Dijo Jehová a Samuel: –¿Hasta cuándo llorarás por Saúl, habiéndolo yo rechazado para que no reine sobre Israel? Llena tu cuerno de aceite y ven, te enviaré a Isaí de Belén, porque de entre sus hijos me he elegido un rey.
2 Samuel preguntó: –¿Cómo iré? Si Saúl lo supiera, me mataría. Jehová respondió: –Toma contigo una becerra de la vacada, y di: «A ofrecer sacrificio a Jehová he venido».
3 Invita a Isaí al sacrificio y yo te enseñaré lo que has de hacer; me ungirás al que yo te diga.
4 Hizo, pues, Samuel como le dijo Jehová. Luego que él llegó a Belén, los ancianos de la ciudad salieron a recibirlo con miedo, y le preguntaron: –¿Es pacífica tu venida?
5 –Sí, vengo a ofrecer sacrificio a Jehová; santificaos y venid conmigo al sacrificio –respondió él. Luego santificó él a Isaí y a sus hijos, y los invitó al sacrificio.
6 Aconteció que cuando ellos vinieron, vio él a Eliab, y se dijo: «De cierto delante de Jehová está su ungido».
7 Pero Jehová respondió a Samuel: –No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.



8 Entonces llamó Isaí a Abinadab y lo hizo pasar delante de Samuel, el cual dijo: –Tampoco a este ha escogido Jehová.
9 Hizo luego pasar Isaí a Sama. Pero Samuel dijo: –Tampoco a este ha elegido Jehová.
10 Hizo luego pasar Isaí siete hijos suyos delante de Samuel; pero Samuel dijo a Isaí: –Jehová no ha elegido a estos.
11 Entonces dijo Samuel a Isaí: –¿Son estos todos tus hijos? Isaí respondió: –Queda aún el menor, que apacienta las ovejas. Y dijo Samuel a Isaí: –Envía por él, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que él venga aquí.
12 Envió, pues, por él, y lo hizo entrar. Era rubio, de hermosos ojos y de buen parecer. Entonces Jehová dijo: «Levántate y úngelo, porque este es».
13 Samuel tomó el cuerno del aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. A partir de aquel día vino sobre David el espíritu de Jehová. Se levantó luego Samuel y regresó a Ramá.

David toca para Saúl

14 El espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y un espíritu malo de parte de Jehová lo atormentaba.
15 Y los criados de Saúl le dijeron: –Mira, un espíritu malo de parte de Dios te atormenta.
16 Diga, pues, nuestro señor a tus siervos que están en tu presencia, que busquen a alguno que sepa tocar el arpa, para que cuando esté sobre ti el espíritu malo de parte de Dios, toque con su mano y tengas alivio.
17 Saúl respondió a sus criados: –Buscadme ahora, pues, a alguno que toque bien, y traédmelo.
18 Entonces uno de los criados respondió: –He visto a un hijo de Isaí de Belén que sabe tocar; es valiente y vigoroso, hombre de guerra, prudente en sus palabras, hermoso, y Jehová está con él.
19 Entonces Saúl envió mensajeros a Isaí, diciendo: «Envíame a David tu hijo, el que está con las ovejas».
20 Y tomó Isaí un asno cargado de pan, una vasija de vino y un cabrito, y lo envió a Saúl por medio de David, su hijo.
21 David se presentó ante Saúl y se puso a su servicio. Saúl lo amó mucho y lo hizo su paje de armas.
22 Luego mandó a decir a Isaí: «Te ruego que David se quede conmigo, pues ha hallado gracia a mis ojos».
23 Así, cuando el espíritu malo de parte de Dios venía sobre Saúl, David tomaba el arpa y la tocaba. Saúl se aliviaba y se sentía mejor, y el espíritu malo se apartaba de él.

1 Samuel 17

David mata a Goliat

1 Los filisteos reunieron sus ejércitos para la guerra, se congregaron en Soco, que es de Judá, y acamparon entre Soco y Azeca, en Efes-damim.
2 También Saúl y los hombres de Israel se reunieron, acamparon en el valle de Ela, y se pusieron en orden de batalla contra los filisteos.
3 Los filisteos estaban sobre un monte a un lado, e Israel estaba sobre otro monte al otro lado, quedando el valle entre ellos.
4 Salió entonces del campamento de los filisteos un paladín llamado Goliat, oriundo de Gat, que medía seis codos y un palmo de altura.
5 Llevaba un casco de bronce en su cabeza y vestía una coraza de malla; la coraza pesaba cinco mil siclos de bronce.
6 En sus piernas tenía canilleras de bronce y una jabalina de bronce a la espalda.
7 El asta de su lanza era como un rodillo de telar y la punta de su lanza pesaba seiscientos siclos de hierro. Delante de él iba su escudero.
8 Goliat se paró y dio voces a los escuadrones de Israel, diciéndoles: –¿Para qué os habéis puesto en orden de batalla? ¿No soy yo el filisteo y vosotros los siervos de Saúl? Escoged de entre vosotros un hombre que venga contra mí.
9 Si él puede pelear conmigo y me vence, nosotros seremos vuestros siervos; y si yo puedo más que él y lo venzo, vosotros seréis nuestros siervos y nos serviréis.
10 Hoy yo he desafiado –añadió el filisteo– al campamento de Israel; dadme un hombre que pelee conmigo.

11 Al escuchar Saúl y todo Israel estas palabras del filisteo, se turbaron y tuvieron mucho miedo.
12 David era hijo de aquel hombre efrateo, oriundo de Belén de Judá, llamado Isaí, el cual tenía ocho hijos. En tiempos de Saúl este hombre era ya viejo, de edad muy avanzada,
13 y los tres hijos mayores de Isaí se habían ido a la guerra para seguir a Saúl. Los nombres de sus tres hijos que se habían ido a la guerra eran: Eliab, el primogénito, el segundo, Abinadab, y el tercero, Sama.
14 David era el menor. Siguieron, pues, los tres mayores a Saúl,
15 pero David había ido y vuelto, dejando a Saúl, para apacentar las ovejas de su padre en Belén.
16 Salía, pues, aquel filisteo por la mañana y por la tarde, y así lo hizo durante cuarenta días.
17 Y dijo Isaí a David, su hijo: «Toma ahora para tus hermanos un efa de este grano tostado y estos diez panes; llévalo pronto al campamento a tus hermanos.
18 Estos diez quesos de leche los llevarás al jefe de los mil; fíjate si tus hermanos están bien y trae algo de ellos como prenda».
19 Mientras tanto, Saúl, ellos, y todos los de Israel, estaban en el valle de Ela, peleando contra los filisteos.
20 Se levantó, pues, David de mañana, y dejando las ovejas al cuidado de un guarda, se fue con su carga como Isaí le había mandado. Llegó al campamento cuando el ejército salía en orden de batalla y daba el grito de combate.
21 Se pusieron en orden de batalla Israel y los filisteos, ejército frente a ejército.
22 Entonces David dejó su carga en manos del que guardaba el bagaje, y corrió al ejército; cuando llegó preguntó por sus hermanos, si estaban bien.
23 Mientras hablaba con ellos, aquel paladín que se ponía en medio de los dos campamentos, llamado Goliat, el filisteo de Gat, salió de entre las filas de los filisteos diciendo las mismas palabras, y lo oyó David.
24 Todos los hombres de Israel que veían a aquel hombre huían de su presencia y sentían gran temor.
25 Y cada uno de los de Israel decía: «¿No habéis visto a aquel hombre que ha salido? Él se adelanta para provocar a Israel. Al que lo venza, el rey le proporcionará grandes riquezas, le dará a su hija y eximirá de tributos a la casa de su padre en Israel».
26 Entonces habló David a los que estaban junto a él, diciendo: –¿Qué harán al hombre que venza a este filisteo y quite el oprobio de Israel? Porque ¿quién es este filisteo incircunciso para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?
27 El pueblo le repitió las mismas palabras, diciendo: «Así se hará al hombre que lo venza».
28 Al oírlo hablar así con aquellos hombres, Eliab, su hermano mayor, se encendió en ira contra David y le dijo: –¿Para qué has descendido acá? ¿A quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón; has venido para ver la batalla.
29 –¿Qué he hecho yo ahora? ¿No es esto mero hablar? –dijo David.
30 Y, apartándose de él, se dirigió a otros y les preguntó de igual manera; y el pueblo le dio la misma respuesta de antes.
31 Fueron oídas las palabras que había dicho David, y se lo contaron a Saúl, que lo hizo venir.
32 Dijo David a Saúl: –Que nadie se desanime a causa de ese; tu siervo irá y peleará contra este filisteo.
33 Dijo Saúl a David: –Tú no podrás ir contra aquel filisteo, y pelear con él, porque eres un muchacho, mientras que él es un hombre de guerra desde su juventud.
34 David respondió a Saúl: –Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre. Cuando venía un león o un oso, y se llevaba algún cordero de la manada,
35 salía yo tras él, lo hería y se lo arrancaba de la boca; y si se revolvía contra mí, le echaba mano a la quijada, lo hería y lo mataba.
36 Ya fuera león o fuera oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente.
37 Jehová –añadió David–, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de manos de este filisteo. Dijo Saúl a David: –Ve, y que Jehová sea contigo.
38 Saúl vistió a David con sus ropas, puso sobre su cabeza un casco de bronce y lo cubrió con una coraza.
39 Ciñó David la espada sobre sus vestidos y probó a andar, porque nunca había hecho la prueba. Y dijo David a Saúl: –No puedo andar con esto, pues nunca lo practiqué. Entonces David se quitó aquellas cosas.

40 Luego tomó en la mano su cayado y escogió cinco piedras lisas del arroyo, las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y con su honda en la mano se acercó al filisteo.

41 El filisteo fue avanzando y acercándose a David, precedido de su escudero.
42 Cuando el filisteo miró y vio a David, no lo tomó en serio, porque era apenas un muchacho, rubio y de hermoso parecer.
43 El filisteo dijo a David: –¿Soy yo un perro, para que vengas contra mí con palos? Y maldijo a David invocando a sus dioses.

44 Dijo luego el filisteo a David: –Ven hacia mí y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo.
45 Entonces dijo David al filisteo: –Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina; pero yo voy contra ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.
46 Jehová te entregará hoy en mis manos, yo te venceré y te cortaré la cabeza. Y hoy mismo entregaré tu cuerpo y los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra, y sabrá toda la tierra que hay Dios en Israel.
47 Y toda esta congregación sabrá que Jehová no salva con espada ni con lanza, porque de Jehová es la batalla y él os entregará en nuestras manos.
48 Aconteció que cuando el filisteo se levantó y echó a andar para ir al encuentro de David, David se dio prisa y corrió a la línea de batalla contra el filisteo.
49 Metió David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, la tiró con la honda e hirió al filisteo en la frente. La piedra se le clavó en la frente y cayó a tierra sobre su rostro.
50 Así venció David al filisteo con honda y piedra. Hirió al filisteo y lo mató, sin tener David una espada en sus manos.

51 Entonces corrió David y se puso sobre el filisteo; tomó su espada, la sacó de la vaina, lo acabó de matar, y le cortó con ella la cabeza. Cuando los filisteos vieron muerto a su paladín, huyeron.
52 Se levantaron luego los de Israel y los de Judá, dieron gritos de guerra y siguieron tras los filisteos hasta el valle y hasta las puertas de Ecrón. Muchos filisteos cayeron heridos por el camino de Saaraim hasta Gat y Ecrón.
53 Regresaron los hijos de Israel de perseguir a los filisteos, y saquearon su campamento.
54 Entonces David tomó la cabeza del filisteo y la trajo a Jerusalén, pero sus armas las puso en su tienda.
55 Cuando Saúl vio a David que salía a encontrarse con el filisteo, dijo a Abner, general del ejército: –Abner, ¿de quién es hijo ese joven? Abner respondió:
56 –¡Vive tu alma!, oh rey, que no lo sé. Y el rey dijo: –Pregunta de quién es hijo ese joven.
57 Cuando David volvió de matar al filisteo, Abner lo tomó y lo llevó ante Saúl. David llevaba en su mano la cabeza del filisteo.
58 Saúl le preguntó: –Muchacho, ¿de quién eres hijo? David respondió: –Soy hijo de tu siervo Isaí de Belén.

1 Samuel 18

Pacto de Jonatán y David

1 Aconteció que cuando David acabó de hablar con Saúl, el alma de Jonatán quedó ligada con la de David, y lo amó Jonatán como a sí mismo.
2 Aquel día Saúl tomó consigo a David y no lo dejó volver a casa de su padre.
3 Hizo Jonatán un pacto con David, porque lo amaba como a sí mismo.

4 Se quitó Jonatán el manto que llevaba y se lo dio a David, así como otras ropas suyas, su espada, su arco y su cinturón.
5 Y salía David a dondequiera que Saúl lo enviaba, y se portaba prudentemente. Entonces lo puso Saúl al frente de su gente de guerra, y era bien visto por todo el pueblo, y también por los siervos de Saúl.

Saúl tiene celos de David

6 Aconteció que cuando volvían, después de haber matado David al filisteo, salieron las mujeres de todas las ciudades de Israel a recibir al rey Saúl cantando y danzando con panderos, con cánticos de alegría y con instrumentos de música.
7 Mientras danzaban, las mujeres cantaban diciendo: «Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles».
8 Saúl se enojó mucho y le desagradaron estas palabras, pues decía: «A David le dan diez miles, y a mí miles; no le falta más que el reino».
9 Y desde aquel día Saúl no miró con buenos ojos a David.
10 Aconteció al otro día, que un espíritu malo de parte de Dios se apoderó de Saúl, y él deliraba en medio de la casa. David tocaba como otras veces. Saúl tenía la lanza en la mano.
11 Saúl arrojó la lanza, pensando: «Voy a clavar a David en la pared». Pero David lo evadió dos veces.

12 Temía Saúl a David, por cuanto Jehová estaba con él, y de Saúl se había apartado;
13 por eso Saúl lo alejó de su lado y lo puso al frente de un millar de hombres. Así David salía y entraba a la cabeza de sus hombres.
14 David se conducía prudentemente en todos sus asuntos y Jehová estaba con él.
15 Al ver Saúl que se portaba tan prudentemente, tenía temor de él.
16 Pero todo Israel y Judá amaba a David, pues salía y entraba a la cabeza de ellos.
17 Entonces dijo Saúl a David: –Voy a darte por mujer a Merab, mi hija mayor, con tal que me seas hombre valiente y pelees las batallas de Jehová. Pero Saúl pensaba: «Que no sea mi mano la que se levante contra él, sino la mano de los filisteos».
18 Pero David respondió a Saúl: –¿Quién soy yo, qué es mi vida o la familia de mi padre en Israel, para que yo sea yerno del rey?
19 Cuando llegó el tiempo en que Merab, hija de Saúl, debía ser entregada a David, fue dada por mujer a Adriel, el meholatita.
20 Pero Mical, la otra hija de Saúl, amaba a David. Le fue dicho a Saúl, y a este le pareció bien,
21 porque pensó: «Se la daré, pero será para él un lazo que le hará caer en manos de los filisteos». Dijo, pues, Saúl a David por segunda vez: –Tú serás mi yerno hoy.
22 Y mandó Saúl a sus siervos: –Hablad en secreto a David, diciéndole: «He aquí el rey te ama, y todos sus siervos te quieren bien; acepta ser, pues, yerno del rey».
23 Los criados de Saúl repitieron estas palabras a los oídos de David. Y este les respondió: –¿Os parece a vosotros que es poco ser yerno del rey; yo, que soy un hombre pobre y de humilde condición?
24 Los criados de Saúl le informaron de la respuesta, diciendo: «Tales palabras ha dicho David».
25 Saúl les dijo: –Decid así a David: «El rey no desea la dote, sino cien prepucios de filisteos, para vengarse de los enemigos del rey». Pero Saúl pensaba hacer caer a David en manos de los filisteos.
26 Cuando sus siervos comunicaron a David estas palabras, pareció bien a los ojos de David la cosa de ser yerno del rey. Y antes que el plazo se cumpliera,
27 se levantó David, se fue con su gente y mató a doscientos hombres de los filisteos. Trajo David los prepucios de ellos y los entregó todos al rey, a fin de hacerse yerno del rey. Entonces Saúl le dio a su hija Mical por mujer.
28 Al ver esto Saúl, comprendió que Jehová estaba con David, y que su hija Mical lo amaba.
29 Por eso tuvo más temor de David, y fue enemigo de David todos los días de su vida.
30 Salían en campaña los príncipes de los filisteos, y cada vez que salían, David tenía más éxito que todos los siervos de Saúl, por lo cual su nombre se hizo muy famoso.

1 Samuel 19

Saúl procura matar a David

1 Habló Saúl a Jonatán, su hijo, y a todos sus siervos, para que mataran a David; pero Jonatán, hijo de Saúl, amaba mucho a David,
2 y le avisó diciendo: –Mi padre Saúl procura matarte; por tanto, cuídate hasta la mañana, estáte en lugar oculto y escóndete.
3 Yo saldré y estaré junto a mi padre en el campo donde tú estés; hablaré de ti a mi padre y te haré saber lo que haya.
4 Jonatán habló bien de David a su padre Saúl, y le dijo: –No peque el rey contra su siervo David, porque ningún pecado ha cometido contra ti y, al contrario, sus obras han sido muy beneficiosas para ti,
5 pues él puso su vida en peligro para matar al filisteo, y Jehová le dio una gran victoria a todo Israel. Tú lo viste y te alegraste. ¿Por qué, pues, vas a pecar contra sangre inocente, matando a David sin causa?
6 Escuchó Saúl las palabras de Jonatán y juró: –¡Vive Jehová!, no morirá.
7 Llamó entonces Jonatán a David y le contó todas estas palabras; él mismo llevó a David ante Saúl, y se quedó a su servicio como antes.
8 Después hubo de nuevo guerra; salió David y peleó contra los filisteos, les causó un gran estrago y huyeron ante él.
9 Pero el espíritu malo de parte de Jehová se apoderó de Saúl; y estando sentado en su casa con una lanza en la mano, mientras David tocaba,
10 Saúl procuró clavar a David con su lanza en la pared, pero él se apartó de delante de Saúl, y la lanza se clavó en la pared. David huyó y se puso a salvo aquella noche.
11 Saúl envió luego mensajeros a casa de David para que lo vigilaran y lo mataran por la mañana. Pero Mical, su mujer, le avisó a David: «Si no salvas tu vida esta noche, mañana estarás muerto».
12 Descolgó Mical a David por una ventana. Él se fue y huyó poniéndose a salvo.
13 Tomó luego Mical una estatua y la puso sobre la cama, le acomodó por cabecera una almohada de pelo de cabra y la cubrió con la ropa.
14 Cuando Saúl envió mensajeros para capturar a David, ella dijo: «Está enfermo».
15 Volvió Saúl a enviar mensajeros en busca de David, y les dijo: «Traédmelo en la cama para que lo mate».
16 Cuando los mensajeros entraron, encontraron la estatua en la cama, y una almohada de pelo de cabra a su cabecera.
17 Entonces Saúl dijo a Mical: –¿Por qué me has engañado así y has dejado escapar a mi enemigo? Mical respondió a Saúl: –Porque él me dijo: «Déjame ir; si no, yo te mataré».
18 Huyó, pues, David, y se puso a salvo. Se fue adonde estaba Samuel en Ramá, y le contó todo lo que Saúl había hecho con él. Después, él y Samuel se fueron a habitar en Naiot.
19 Y avisaron a Saúl, diciéndole: «Mira, David está en Naiot de Ramá».
20 Entonces Saúl envió mensajeros para que trajeran a David, los cuales vieron una compañía de profetas que profetizaban, y a Samuel que estaba allí y los presidía. Vino el espíritu de Dios sobre los mensajeros de Saúl y ellos también profetizaron.
21 Cuando lo supo Saúl, envió otros mensajeros, los cuales también profetizaron. Saúl volvió a enviar mensajeros por tercera vez, y ellos también profetizaron.
22 Entonces él mismo fue a Ramá, y al llegar al gran pozo que está en Secú, preguntó diciendo: –¿Dónde están Samuel y David? Uno le respondió: –Están en Naiot, en Ramá.
23 Salió para Naiot, en Ramá, pero también se apoderó de él el espíritu de Dios, y siguió andando y profetizando hasta que llegó a Naiot, en Ramá.
24 También él se despojó de sus vestidos y profetizó igualmente delante de Samuel. Estuvo desnudo todo aquel día y toda aquella noche. De aquí el dicho: «¿También Saúl entre los profetas?»

1 Samuel 20

Amistad de David y Jonatán

1 Después huyó David de Naiot de Ramá, y fue a decirle a Jonatán: –¿Qué he hecho yo? ¿Cuál es mi maldad, o cuál mi pecado contra tu padre, para que busque mi muerte?
2 Él le dijo: –De ninguna manera; no morirás. Mi padre no hace ninguna cosa, ni grande ni pequeña, que no me la descubra; ¿por qué, pues, me ha de ocultar mi padre este asunto? No será así.
3 David volvió a jurar, diciendo: –Tu padre sabe claramente que yo he hallado gracia delante de tus ojos, y dirá: «Que Jonatán no sepa esto, para que no se entristezca». Pero, ¡vive Jehová y vive tu alma!, que apenas estoy a un paso de la muerte.
4 Jonatán dijo a David: –Haré por ti lo que desee tu alma.
5 David respondió a Jonatán: –Mañana será la luna nueva, y yo acostumbro sentarme con el rey a comer; pero tú dejarás que me esconda en el campo hasta pasado mañana por la tarde.
6 Si tu padre hace mención de mí, dirás: «Me rogó mucho que lo dejara ir corriendo a Belén, su ciudad, porque todos los de su familia celebran allá el sacrificio anual».
7 Si él dijera: «Está bien», entonces tendrá paz tu siervo; pero si se enoja, sabrás que por su parte está decretada mi perdición.
8 Harás, pues, misericordia con tu siervo, ya que has hecho a tu siervo contraer un pacto contigo ante Jehová; si hay maldad en mí, mátame tú, pues no hay necesidad de llevarme hasta tu padre.
9 Jonatán le dijo: –Nunca te suceda tal cosa; antes bien, si me entero que mi padre ha determinado hacerte mal, ¿no te lo avisaría yo?
10 Dijo entonces David a Jonatán: –¿Quién me avisará si tu padre te responde ásperamente?
11 Jonatán dijo a David: –Ven, salgamos al campo. Y salieron ambos al campo.
12 Entonces dijo Jonatán a David: –¡Jehová, Dios de Israel, sea testigo! Cuando le haya preguntado a mi padre mañana a esta hora, o pasado mañana, si todo marcha bien para con David, entonces te lo haré saber.
13 Pero si mi padre intenta hacerte mal, traiga Jehová sobre Jonatán el peor de los castigos, si no te lo hago saber para que te vayas en paz. Que Jehová esté contigo como estuvo con mi padre.
14 Si para entonces estoy vivo, usa conmigo la misericordia de Jehová, para que no muera,
15 y nunca apartes tu misericordia de mi casa. Cuando Jehová haya eliminado uno por uno a los enemigos de David de la faz de la tierra, no dejes que el nombre de Jonatán sea quitado de la casa de David.
16 Así hizo Jonatán un pacto con la casa de David, diciendo: «Demándelo Jehová de manos de los enemigos de David».
17 Y Jonatán hizo jurar a David otra vez, porque lo amaba, lo amaba como a sí mismo.
18 Luego le dijo Jonatán: –Mañana es nueva luna y tú serás echado de menos, porque tu asiento estará vacío.
19 Estarás, pues, tres días, y luego descenderás y vendrás al lugar donde estabas escondido el día que ocurrió esto mismo, y esperarás junto a la piedra de Ezel.
20 Yo tiraré tres flechas hacia aquel lado, como ejercitándome al blanco.
21 Luego enviaré al criado, diciéndole: «Ve, busca las flechas». Si digo al criado: «Ahí están las flechas, más acá de ti, tómalas», tú vendrás, porque todo va bien para ti y nada malo sucede, ¡vive Jehová!
22 Pero si yo digo al muchacho: «Allí están las flechas, más allá de ti», vete, porque Jehová quiere que te vayas.
23 En cuanto al asunto de que tú y yo hemos hablado, esté Jehová entre nosotros dos para siempre.
24 Se escondió, pues, David en el campo, y cuando llegó la nueva luna, se sentó el rey a la mesa, para comer.
25 El rey se sentó en su silla, como solía, en el asiento junto a la pared. Jonatán se levantó, se sentó Abner al lado de Saúl, y el lugar de David quedó vacío.
26 Pero aquel día Saúl no dijo nada, porque pensaba: «Le habrá acontecido algo y no está limpio; de seguro no está purificado».
27 Al siguiente día, el segundo día de la nueva luna, aconteció que el asiento de David se quedó también vacío. Y Saúl dijo a su hijo Jonatán: –¿Por qué no ha venido a comer hoy ni ayer el hijo de Isaí?
28 Jonatán respondió a Saúl: –David me pidió encarecidamente que lo dejara ir a Belén.
29 Me dijo: «Te ruego que me dejes ir, porque nuestra familia celebra sacrificio en la ciudad y mi hermano me lo ha demandado; por lo tanto, si he hallado gracia a tus ojos, permíteme ir ahora para visitar a mis hermanos». Por esto no ha venido a la mesa del rey.
30 Entonces se encendió la ira de Saúl contra Jonatán, y le dijo: –Hijo de la perversa y rebelde, ¿acaso no sé yo que tú has elegido al hijo de Isaí para verg@uenza tuya y verg@uenza de la madre que te dio a luz?
31 Porque todo el tiempo que el hijo de Isaí viva sobre la tierra, ni tú ni tu reino estarán firmes. Así que manda ahora a buscarlo y tráemelo, porque ha de morir.
32 Jonatán respondió a su padre Saúl, y le dijo: –¿Por qué morirá? ¿Qué ha hecho?
33 Entonces Saúl le arrojó una lanza para herirlo; de donde comprendió Jonatán que su padre estaba resuelto a matar a David.
34 Se levantó Jonatán de la mesa con exaltada ira y no comió nada el segundo día de la nueva luna; pues estaba afligido a causa de David, porque su padre lo había ofendido.
35 Al otro día, de mañana, salió Jonatán al campo, con un muchacho pequeño, a la hora acordada con David.
36 Y dijo al muchacho: «Corre y busca las flechas que yo tire». Mientras el muchacho iba corriendo, él tiraba la flecha de modo que pasara más allá de él.
37 Al llegar el muchacho donde estaba la flecha que Jonatán había tirado, Jonatán le gritaba diciendo: –¿No está la flecha más allá de ti?
38 Y siguió gritando Jonatán tras el muchacho: –Corre, date prisa, no te pares. El muchacho de Jonatán recogió las flechas y volvió adonde estaba su señor.
39 Pero de nada se enteró el muchacho; solamente Jonatán y David sabían de lo que se trataba.
40 Luego dio Jonatán sus armas a su muchacho, y le dijo: «Vete y llévalas a la ciudad».
41 Cuando el muchacho se marchó, David se levantó del lado del sur y se inclinó tres veces postrándose hasta la tierra. Se besaron el uno al otro y lloraron juntos, pero David lloró más.
42 Jonatán dijo entonces a David: «Vete en paz, porque ambos hemos jurado en nombre de Jehová, diciendo: «Que Jehová esté entre tú y yo, entre tu descendencia y mi descendencia, para siempre»». Se levantó David y se fue; y Jonatán volvió a la ciudad.

1 Samuel 21

David huye de Saúl

1 Vino David a Nob, adonde estaba el sacerdote Ahimelec; este salió a su encuentro, sorprendido, y le preguntó: –¿Por qué estás tú solo, sin nadie que te acompañe?
2 Respondió David al sacerdote Ahimelec: –El rey me encomendó un asunto, y me dijo: «Nadie sepa cosa alguna del asunto a que te envío, y de lo que te he encomendado». He citado a los criados en cierto lugar.
3 Ahora, pues, ¿qué tienes a mano? Dame cinco panes, o lo que tengas.
4 El sacerdote respondió a David y dijo: –No tengo pan común a la mano, solamente tengo pan sagrado; pero lo daré si es que los criados se han guardado al menos de tratos con mujeres.
5 David respondió al sacerdote: –En verdad las mujeres han estado lejos de nosotros ayer y anteayer; cuando yo salí, ya los cuerpos de los jóvenes estaban puros, aunque el viaje es profano; ¿cuánto más no serán puros hoy sus cuerpos?
6 Así que el sacerdote le dio el pan sagrado, porque allí no había otro pan sino los panes de la proposición, los cuales habían sido retirados de la presencia de Jehová, para colocar panes calientes el día que tocaba retirarlos.
7 Y estaba allí aquel día, detenido delante de Jehová, uno de los siervos de Saúl, cuyo nombre era Doeg, el edomita, el principal de los pastores de Saúl.
8 David dijo a Ahimelec: –¿No tienes aquí a mano una lanza o una espada? Porque no he traído ni mi espada ni mis armas, por cuanto la orden del rey era apremiante.
9 El sacerdote respondió: –La espada de Goliat el filisteo, al que tú venciste en el valle de Ela, está aquí envuelta en un velo detrás del efod; si quieres tomarla, tómala; porque aquí no hay otra sino esa. David respondió: –Ninguna como ella; dámela.
10 Se levantó David aquel día, y huyendo de la presencia de Saúl, se fue a Aquis, rey de Gat.
11 Y le dijeron a Aquis sus siervos: –¿No es éste David, el rey de la tierra? ¿no es este de quien cantaban en las danzas, diciendo: «Hirió Saúl a sus miles, y David a sus diez miles»?
12 David guardó en su corazón estas palabras y temió mucho a Aquis, rey de Gat.
13 Por eso cambió su manera de comportarse delante de ellos y se fingió loco en medio de ellos; arañaba las puertas y dejaba que la saliva le corriera por la barba.
14 Y Aquis dijo a sus siervos: –Mirad, este hombre es un demente; ¿por qué lo habéis traído ante mí?
15 ¿Acaso me hacen falta locos, para que hayáis traído a este a hacer sus locuras delante de mí? ¿Va a entrar este en mi casa?

1 Samuel 22

1 Partió David de allí y se refugió en la cueva de Adulam; cuando sus hermanos y toda la casa de su padre lo supieron, fueron allí a reunirse con él.
2 Además se le unieron todos los afligidos, todos los que estaban endeudados y todos los que se hallaban en amargura de espíritu, y llegó a ser su jefe. Había con él como cuatrocientos hombres.
3 De allí se fue David a Mizpa de Moab, y dijo al rey de Moab: «Te ruego que mi padre y mi madre se queden con vosotros, hasta que sepa lo que Dios hará de mí».
4 Los trajo, pues, a la presencia del rey de Moab, y habitaron con él todo el tiempo que David estuvo en el lugar fuerte.
5 Pero el profeta Gad dijo a David: «No te quedes en este lugar fuerte; anda y vete a tierra de Judá». Entonces partió David y entró en el bosque de Haret.

Saúl mata a los sacerdotes de Nob

6 Oyó Saúl que David y los que estaban con él habían sido vistos. Estaba Saúl sentado en Gabaa, debajo de un tamarisco, sobre un alto, con la lanza en su mano, y rodeado de todos sus siervos.
7 Y dijo Saúl a los siervos que estaban alrededor de él: –Oíd ahora, hijos de Benjamín: ¿Os dará también a todos vosotros el hijo de Isaí tierras y viñas, y os hará a todos vosotros jefes de millares y jefes de centenas,
8 para que todos vosotros hayáis conspirado contra mí? ¿No ha habido quien me informara de cómo mi hijo ha hecho alianza con el hijo de Isaí, ni hay ninguno de vosotros que se conduela de mí y me dé a conocer cómo mi hijo ha sublevado contra mí a un siervo mío para que me aceche, tal como lo hace hoy?
9 Entonces Doeg, el edomita, que era el principal de los siervos de Saúl, respondió: –Yo vi al hijo de Isaí venir a Nob, adonde estaba Ahimelec hijo de Ahitob.
10 Este consultó a Jehová por él, le dio provisiones y también la espada de Goliat, el filisteo.
11 Mandó el rey a llamar al sacerdote Ahimelec hijo de Ahitob, y a toda la casa de su padre, los sacerdotes que estaban en Nob, y todos vinieron ante el rey.
12 Y Saúl dijo: –Oye ahora, hijo de Ahitob. –Heme aquí, señor mío –respondió él.
13 Saúl añadió: –¿Por qué habéis conspirado contra mí, tú y el hijo de Isaí? Le diste pan y una espada, y consultaste a Dios por él, para que se subleve contra mí y me aceche, como lo hace en el día de hoy.
14 Ahimelec respondió al rey: –¿Y quién entre todos tus siervos es tan fiel como David, que además es yerno del rey, sirve a tus órdenes y todos lo honran en tu propia casa?
15 ¿Acaso he comenzado hoy a consultar a Dios por él? ¡No, lejos de mí! Que el rey no culpe de cosa alguna a su siervo, ni a toda la casa de mi padre; porque tu siervo ninguna cosa, grande ni pequeña, sabe de este asunto.
16 Pero el rey respondió: –Sin duda morirás, Ahimelec, tú y toda la casa de tu padre.
17 Luego dijo el rey a la gente de su guardia que estaba a su lado: –Volveos y matad a los sacerdotes de Jehová; porque también la mano de ellos está con David, pues sabiendo ellos que huía, no me lo hicieron saber. Pero los siervos del rey no quisieron extender sus manos para matar a los sacerdotes de Jehová.
18 Entonces dijo el rey a Doeg: –Vuélvete y arremete contra los sacerdotes. Y se volvió Doeg, el edomita, atacó a los sacerdotes y mató en aquel día a ochenta y cinco hombres que vestían efod de lino.
19 Y a Nob, ciudad de los sacerdotes, la pasó Saúl a filo de espada: a hombres, mujeres y niños, hasta los de pecho, y bueyes, asnos y ovejas, todo lo hirió a filo de espada.
20 Pero uno de los hijos de Ahimelec hijo de Ahitob, que se llamaba Abiatar, pudo escapar, y huyó tras David.
21 Abiatar dio aviso a David de cómo Saúl había dado muerte a los sacerdotes de Jehová.
22 Y David le dijo: –Ya sabía yo aquel día que estando allí Doeg, el edomita, él se lo haría saber a Saúl. He ocasionado la muerte a todas las personas de la casa de tu padre.
23 Quédate conmigo, no temas; quien busque mi vida, buscará también la tuya; pero conmigo estarás a salvo.

1 Samuel 23

David en el desierto

1 Dieron aviso a David diciendo: «Los filisteos están combatiendo contra Keila y roban las eras».
2 Entonces David consultó a Jehová: –¿Iré a atacar a estos filisteos? Jehová respondió a David: –Ve, ataca a los filisteos y libra a Keila.
3 Pero los que estaban con David le dijeron: –Mira, nosotros aquí en Judá estamos con miedo; ¿cuánto más si vamos a Keila contra el ejército de los filisteos?
4 David volvió a consultar a Jehová. Y Jehová le respondió: –Levántate, desciende a Keila, pues yo entregaré en tus manos a los filisteos.
5 Fue, pues, David con sus hombres a Keila y peleó contra los filisteos; se llevó sus ganados, les causó una gran derrota y libró David a los de Keila.
6 Aconteció que Abiatar hijo de Ahimelec, que se había refugiado junto a David, descendió a Keila con el efod en su mano.
7 Y le avisaron a Saúl que David había venido a Keila. Entonces dijo Saúl: «Dios lo ha entregado en mis manos, pues él mismo se ha encerrado al entrar en una ciudad con puertas y cerraduras».
8 Saúl convocó a todo el pueblo a la batalla para descender a Keila y poner sitio a David y a sus hombres.
9 Pero al saber David que Saúl tramaba algo malo contra él, dijo al sacerdote Abiatar: «Trae el efod».
10 Luego dijo: –Jehová, Dios de Israel, tu siervo tiene entendido que Saúl intenta venir a Keila para destruir la ciudad por causa mía.
11 ¿Me entregarán los vecinos de Keila en sus manos? ¿Descenderá Saúl, como ha oído tu siervo? Jehová, Dios de Israel, te ruego que lo hagas saber a tu siervo. Jehová dijo: –Sí, descenderá.
12 Dijo luego David: –¿Me entregarán los vecinos de Keila a mí y a mis hombres en manos de Saúl? Jehová respondió: –Os entregarán.
13 Entonces David partió con sus hombres, que eran como seiscientos, salieron de Keila y anduvieron de un lugar a otro. Llegó a Saúl la noticia de que David se había escapado de Keila y desistió de salir.
14 David se quedó en el desierto, en lugares fuertes, y habitaba en un monte en el desierto de Zif. Lo buscaba Saúl todos los días, pero Dios no lo entregó en sus manos.
15 Viendo, pues, David que Saúl había salido en busca de su vida, se quedó en Hores, en el desierto de Zif.
16 Jonatán hijo de Saúl se levantó y vino adonde estaba David, en Hores, y lo reconfortó en Dios
17 diciéndole: –No temas, pues no te hallará la mano de Saúl, mi padre; tú reinarás sobre Israel y yo seré tu segundo. Hasta mi padre Saúl lo sabe.
18 Ambos hicieron un pacto delante de Jehová; David se quedó en Hores y Jonatán se volvió a su casa.
19 Después subieron los de Zif para decirle a Saúl en Gabaa: –¿No está David escondido en nuestra tierra, en las peñas de Hores, en el collado de Haquila, que está al sur del desierto?
20 Por tanto, rey, desciende ahora pronto, conforme a tu deseo, y nosotros lo entregaremos en manos del rey.
21 Saúl les respondió: –Benditos seáis vosotros de Jehová, que habéis tenido compasión de mí.
22 Id, pues, ahora, aseguraos más, conoced y ved el lugar de su escondite, y quién lo haya visto allí; porque se me ha dicho que él es muy astuto.
23 Observad, pues, e informaos de todos los escondrijos donde se oculta; regresad a mí con información segura y yo iré con vosotros. Si él está en la región, yo lo buscaré entre todas las familias de Judá.
24 Ellos se levantaron y se fueron a Zif delante de Saúl. Pero David y su gente estaban en el desierto de Maón, en el Arabá, al sur del desierto.
25 Fue Saúl con su gente a buscarlo; pero alguien avisó a David, el cual descendió a la peña y se quedó en el desierto de Maón. Cuando Saúl oyó esto, siguió a David al desierto de Maón.
26 Saúl iba por un lado del monte, y David con sus hombres por el otro lado del monte. Se daba prisa David para escapar de Saúl, pero Saúl y sus hombres habían rodeado a David y a su gente para capturarlos.
27 Entonces llegó un mensajero y dijo a Saúl: «Ven en seguida, porque los filisteos han hecho una incursión en el país».
28 Abandonó Saúl, por tanto, la persecución de David, y partió contra los filisteos. Por esta causa le pusieron a aquel lugar el nombre de Sela-hama-lecot.
29 De allí David se fue a habitar en los lugares fuertes de En-gadi.

1 Samuel 24

David perdona la vida a Saúl en En-gadi

1 Cuando Saúl volvió de perseguir a los filisteos, le avisaron: «David está en el desierto de En-gadi».
2 Tomó entonces Saúl tres mil hombres escogidos de todo Israel y salió en busca de David y de sus hombres por las cumbres de los peñascos de las cabras monteses.
3 Al llegar a un redil de ovejas junto al camino, donde había una cueva, entró Saúl en ella para hacer sus necesidades. En el fondo de la cueva estaban sentados David y sus hombres.
4 Los hombres de David le dijeron: –Mira, este es el día que Jehová te anunció: «Yo entrego a tu enemigo en tus manos, y harás con él como te parezca». David se levantó y, calladamente, cortó la orilla del manto de Saúl.

5 Después de esto se turbó el corazón de David, porque había cortado la orilla del manto de Saúl.
6 Y dijo a sus hombres: –Jehová me guarde de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido de Jehová. ¡No extenderé mi mano contra él, porque es el ungido de Jehová!
7 Con estas palabras reprimió David a sus hombres y no les permitió que se abalanzaran contra Saúl. Y Saúl, saliendo de la cueva, siguió su camino.
8 También David se levantó después y, saliendo de la cueva, le gritó a Saúl: –¡Mi señor, el rey! Cuando Saúl miró hacia atrás, David se postró rostro en tierra, hizo una reverencia,
9 y dijo a Saúl: –¿Por qué escuchas las palabras de los que dicen: «Mira que David procura tu mal»?
10 Hoy han visto tus ojos cómo Jehová te ha puesto en mis manos en la cueva. Me dijeron que te matara, pero te perdoné, pues me dije: «No extenderé mi mano contra mi señor, porque es el ungido de Jehová».
11 «Mira, padre mío, mira la orilla de tu manto en mi mano; porque yo corté la orilla de tu manto y no te maté. Reconoce, pues, que no hay mal ni traición en mis manos, ni he pecado contra ti; sin embargo, tú andas a caza de mi vida para quitármela.

12 Juzgue Jehová entre tú y yo, y véngueme de ti Jehová; pero mi mano no se alzará contra ti.
13 Como dice el proverbio de los antiguos: «De los impíos saldrá la impiedad»; así que mi mano no se alzará contra ti.
14 ¿Contra quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién persigues? ¿A un perro muerto? ¿A una pulga?
15 Jehová, pues, será juez, y él juzgará entre tú y yo. Que él vea y sustente mi causa, y me defienda de tu mano.
16 Aconteció que cuando David acabó de decir estas palabras a Saúl, este exclamó: –¿No es esta tu voz, David, hijo mío? Alzando su voz, Saúl rompió a llorar,
17 y dijo a David: –Más justo eres tú que yo, que me has pagado con bien, habiéndote yo pagado con mal.
18 Hoy me has mostrado tu bondad; pues Jehová me ha entregado en tus manos y no me has dado muerte.
19 Porque ¿quién encuentra a su enemigo y lo deja ir sano y salvo? Jehová te pague con bien lo que en este día has hecho conmigo.
20 Ahora tengo por cierto que tú has de reinar, y que el reino de Israel se mantendrá firme y estable en tus manos.
21 Ahora, pues, júrame por Jehová que no destruirás mi descendencia después de mí, ni borrarás mi nombre de la casa de mi padre.
22 Así lo juró David a Saúl. Después se fue Saúl a su casa, mientras David y sus hombres subían al lugar fuerte.

1 Samuel 26

1 Llegaron, pues, los zifeos adonde estaba Saúl, en Gabaa, diciendo: «¿No está David escondido en el collado de Haquila, al oriente del desierto?»
2 Entonces Saúl se levantó y descendió al desierto de Zif, llevando consigo tres mil hombres escogidos de Israel, para buscar a David en el desierto de Zif.
3 Acampó Saúl en el collado de Haquila, que está junto al camino, al oriente del desierto. Andaba David por el desierto, y advirtió que Saúl entraba a perseguirlo en el desierto,
4 por lo que envió unos espías, y supo con certeza que Saúl había llegado.
5 Se levantó luego David y fue al sitio donde Saúl había acampado. Observó el lugar donde dormían Saúl y Abner hijo de Ner, general de su ejército. Estaba Saúl durmiendo en el campamento, y el pueblo acampaba en derredor suyo.
6 Entonces David dijo a Ahimelec, el heteo, y a Abisai, hijo de Sarvia, hermano de Joab: –¿Quién descenderá conmigo al campamento donde está Saúl? Abisai dijo: –Yo descenderé contigo.
7 David y Abisai fueron, pues, de noche adonde estaba el ejército. Saúl se hallaba tendido durmiendo en el campamento, con su lanza clavada en tierra a su cabecera; Abner y el ejército estaban tendidos alrededor de él.
8 Entonces dijo Abisai a David: –Hoy ha entregado Dios a tu enemigo en tus manos; ahora, pues, déjame que lo hiera con la lanza: lo clavaré en tierra de un golpe, y no le hará falta un segundo golpe.
9 David respondió a Abisai: –No lo mates; porque ¿quién extenderá impunemente su mano contra el ungido de Jehová?
10 Dijo además David: –¡Vive Jehová!, que si Jehová no lo hiriera (sea que le llegue su día y muera, o descienda a la batalla y perezca),
11 guárdeme Jehová de extender mi mano contra el ungido de Jehová. Pero ahora toma la lanza que está a su cabecera y la vasija de agua, y vámonos.
12 Se llevó, pues, David la lanza y la vasija de agua de la cabecera de Saúl y se fueron. No hubo nadie que los viera, ni se diera cuenta, ni se despertara, pues todos dormían; porque había caído sobre ellos un profundo sueño enviado por Jehová.
13 Luego pasó David al lado opuesto y se puso en la cumbre del monte a lo lejos, de manera que había una gran distancia entre ellos.
14 Y gritó David al pueblo y a Abner hijo de Ner, diciendo: –¿No respondes, Abner? Abner respondió: –¿Quién eres tú que gritas al rey?
15 Entonces dijo David a Abner: –¿No eres tú un hombre? ¿Quién hay como tú en Israel? ¿Por qué, pues, no has guardado al rey tu señor? Porque uno del pueblo ha entrado a matar a tu señor el rey.
16 Esto que has hecho no está bien. ¡Vive Jehová!, que sois dignos de muerte, porque no habéis guardado a vuestro señor, al ungido de Jehová. Mira ahora dónde está la lanza del rey y la vasija de agua que tenía a su cabecera.
17 Reconociendo Saúl la voz de David, dijo: –¿No es esta tu voz, David, hijo mío? David respondió: –Sí, es mi voz, rey y señor mío.
18 Y añadió: –¿Por qué persigue así mi señor a su siervo? ¿Qué he hecho? ¿Qué mal hay en mis manos?
19 Ruego, pues, que el rey mi señor oiga ahora las palabras de su siervo. Si es Jehová quien te instiga contra mí, que acepte él la ofrenda; pero si son los hombres, malditos sean ellos en presencia de Jehová, porque me han expulsado hoy para que no tenga parte en la heredad de Jehová, diciéndome: «Ve y sirve a dioses ajenos».
20 Que no caiga, pues, ahora mi sangre en tierra delante de Jehová, porque ha salido el rey de Israel a buscar una pulga, como quien persigue una perdiz por los montes.
21 Entonces dijo Saúl: –He pecado; vuelve, David, hijo mío, que ya no te haré ningún mal, porque mi vida ha sido estimada preciosa hoy a tus ojos. He obrado neciamente, he cometido un gran error.
22 David respondió: –Aquí está la lanza del rey; pase acá uno de los criados y tómela.
23 Que Jehová pague a cada uno según su justicia y su lealtad, pues Jehová te había entregado hoy en mis manos, pero yo no quise extender mi mano contra el ungido de Jehová.
24 Del mismo modo que tu vida ha sido estimada preciosa hoy a mis ojos, así sea mi vida a los ojos de Jehová, y me libre de toda aflicción.
25 Y Saúl dijo a David: –Bendito seas tú, David, hijo mío; sin duda emprenderás tú cosas grandes, y prevalecerás. Entonces David siguió su camino, y Saúl regresó a su lugar.

2 Samuel 1

1 Aconteció después de la muerte de Saúl, que vuelto David de derrotar a los amalecitas, estuvo dos días en Siclag.
2 Al tercer día, llegó uno del campamento de Saúl, con los vestidos rotos y la cabeza cubierta de tierra. Cuando se presentó ante David, se postró en tierra e hizo una reverencia.
3 David le preguntó: –¿De dónde vienes? –Me he escapado del campamento de Israel –le respondió él.
4 –¿Qué ha acontecido? Te ruego que me lo digas –le preguntó David. –El pueblo huyó de la batalla; han caído muchos del pueblo y murieron. También Saúl y su hijo Jonatán murieron –respondió él.
5 Dijo David a aquel joven que le daba la noticia: –¿Cómo sabes que han muerto Saúl y su hijo Jonatán?
6 El joven que le daba la noticia respondió: –Casualmente fui al monte Gilboa, y hallé a Saúl que se apoyaba sobre su lanza; tras él venían carros y gente de a caballo.
7 Se volvió y al verme me llamó; yo respondí: «Heme aquí».
8 Me preguntó: «¿Quién eres tú?» Yo le respondí: «Soy amalecita».
9 Luego me dijo: «Te ruego que te acerques y me mates, porque se ha apoderado de mí la angustia; pues aún sigo vivo».
10 Yo entonces me acerqué y lo maté, porque sabía que no podía vivir después de su caída. Tomé la corona que llevaba sobre su cabeza y el brazalete que tenía en su brazo, y se los he traído aquí a mi señor.
11 Entonces David, tirando de sus vestidos, los rasgó, y lo mismo hicieron los hombres que estaban con él.
12 Lloraron, se lamentaron y ayunaron hasta la noche, por Saúl y por su hijo Jonatán, por el pueblo de Jehová y por la casa de Israel, pues habían caído al filo de la espada.
13 David preguntó luego a aquel joven que le había traído la noticia: –¿De dónde eres tú? –Soy hijo de un extranjero, amalecita –respondió él.
14 –¿Cómo no tuviste temor de extender tu mano para matar al ungido de Jehová? –le dijo David.
15 Entonces llamó David a uno de sus hombres, y le dijo: –Ve y mátalo. Él lo hirió, y murió,
16 mientras David decía: –Tu sangre sea sobre tu cabeza, pues tu misma boca atestiguó contra ti, al decir: «Yo maté al ungido de Jehová».
17 David entonó este lamento por Saúl y Jonatán, su hijo,
18 y dijo que debía enseñarse a los hijos de Judá. Así está escrito en el libro de Jaser:
19 «¡Ha perecido la gloria de Israel sobre tus alturas! ¡Cómo han caído los valientes!
20 No lo anunciéis en Gat, ni deis las nuevas en las plazas de Ascalón; para que no se alegren las hijas de los filisteos, para que no salten de gozo las hijas de los incircuncisos.
21 «Montes de Gilboa, ni rocío ni lluvia caiga sobre vosotros, ni seáis tierras de ofrendas; porque allí fue desechado el escudo de los valientes, el escudo de Saúl, como sino hubiera sido ungido con aceite.
22 «Sin sangre de los muertos,sin grasa de los valientes, el arco de Jonatán jamás retrocedía, ni la espada de Saúl volvió vacía.
23 «Saúl y Jonatán, amados y queridos; inseparables en la vida, tampoco en su muerte fueron separados; más ligeros eran que águilas, más fuertes que leones.
24 «Hijas de Israel, llorad por Saúl, quien os vestía de escarlata y lino fino, quien adornaba vuestras ropas con ornamentos de oro.
25 ¡Cómo han caído los valientes en medio de la batalla! ¡Jonatán, muerto en tus alturas!
26 Angustia tengo por ti, Jonatán,hermano mío, cuán dulce fuiste conmigo. Más maravilloso me fue tu amor que el amor de las mujeres.
27 ¡Cómo han caído los valientes, cómo han perecido las armas de guerra!»

2 Samuel 2:1-7

1 Después de esto aconteció que David consultó a Jehová diciendo: –¿Subiré a alguna de las ciudades de Judá? Jehová le respondió: –Sube. David volvió a preguntar: –¿A dónde subiré? –A Hebrón –le respondió él.
2 David subió allá con sus dos mujeres, Ahinoam, la jezreelita y Abigail, la que fue mujer de Nabal, el de Carmel.
3 También llevó David consigo a los hombres que lo acompañaban, cada uno con su familia, los cuales habitaron en las ciudades de Hebrón.
4 Luego vinieron los hombres de Judá y ungieron allí a David como rey sobre la casa de Judá. Cuando avisaron a David que los de Jabes de Galaad habían sepultado a Saúl,
5 envió unos mensajeros a los de Jabes de Galaad, diciéndoles: «Benditos seáis vosotros de Jehová, por haber hecho esta obra de misericordia con vuestro señor, con Saúl, dándole sepultura.
6 Ahora, pues, que Jehová os trate con misericordia y verdad. También yo os trataré bien por esto que habéis hecho.
7 Esfuércense, pues, ahora vuestras manos y sed valientes; pues murió Saúl, vuestro señor, y los de la casa de Judá me han ungido para que sea su rey».

2 Samuel 5:1-12

1 Vinieron todas las tribus de Israel adonde estaba David en Hebrón y le dijeron: «Mira, hueso tuyo y carne tuya somos.
2 Aun antes de ahora, cuando Saúl reinaba sobre nosotros, eras tú quien sacabas a Israel a la guerra, y lo volvías a traer. Además, Jehová te ha dicho: «Tú apacentarás a mi pueblo Israel, y tú serás quien gobierne a Israel»».
3 Vinieron, pues, todos los ancianos de Israel ante el rey en Hebrón. El rey David hizo un pacto con ellos allí delante de Jehová; y ungieron a David como rey de Israel.
4 Tenía David treinta años cuando comenzó a reinar, y reinó cuarenta años.
5 Reinó en Hebrón sobre Judá durante siete años y seis meses, y reinó en Jerusalén treinta y tres años sobre todo Israel y Judá.
6 El rey y sus hombres marcharon sobre Jerusalén, contra los jebuseos que habitaban en aquella tierra, los cuales le dijeron a David: «Tú no entrarás aquí, pues aun los ciegos y los cojos te echarán» (queriendo decir: David no puede entrar aquí).
7 Pero David tomó la fortaleza de Sión, que es la ciudad de David.
8 David había dicho aquel día: «Todo el que ataque a los jebuseos, que suba por el canal y hiera a los cojos y ciegos, a los cuales aborrece el alma de David». De aquí el dicho: «Ni ciego ni cojo entrará en la Casa».
9 David se instaló en la fortaleza y le puso por nombre la Ciudad de David. Edificó una muralla en derredor, desde Milo hacia el interior.
10 E iba David adelantando y engrandeciéndose, y Jehová Dios de los ejércitos estaba con él.
11 También Hiram, rey de Tiro, envió embajadores a David, así como madera de cedro, carpinteros y canteros para los muros, los cuales edificaron la casa de David.
12 David supo entonces que Jehová lo había confirmado como rey de Israel, y que había engrandecido su reino por amor de su pueblo Israel.

2 Samuel 6-9

2 Samuel 6

David intenta llevar el arca a Jerusalén

1 David volvió a reunir a todos los escogidos de Israel, treinta mil hombres.
2 Se levantó David y partió de Baala de Judá con todo el pueblo que lo acompañaba para trasladar de allí el Arca de Dios, sobre la cual era invocado el nombre de Jehová de los ejércitos, que tiene su trono entre los querubines.
3 Pusieron el Arca de Dios sobre un carro nuevo, y se la llevaron de la casa de Abinadab, que estaba en la colina. Uza y Ahío, hijos de Abinadab, guiaban el carro nuevo.
4 Mientras se llevaban de la casa de Abinadab, que estaba en la colina, el Arca de Dios, Ahío iba delante del Arca.
5 David y toda la casa de Israel danzaban delante de Jehová con toda clase de instrumentos de madera de haya, con arpas, salterios, panderos, flautas y címbalos.

6 Cuando llegaron a la era de Nacón, Uza extendió su mano hacia el Arca de Dios y la sostuvo, pues los bueyes tropezaban.
7 Entonces el furor de Jehová se encendió contra Uza: allí mismo lo hirió Dios por aquella temeridad, y cayó allí muerto junto al Arca de Dios.
8 David se entristeció por haber herido Jehová a Uza, y fue llamado aquel lugar Pérez-uza, hasta el día de hoy.
9 Y temiendo David a Jehová aquel día, dijo: «¿Cómo ha de entrar en mi casa el Arca de Jehová?»
10 De modo que David no quiso llevar a su casa, a la ciudad de David, el Arca de Jehová, sino que la hizo llevar a casa de Obed-edom, el geteo.
11 Y estuvo el Arca de Jehová en casa de Obed-edom, el geteo, tres meses; y bendijo Jehová a Obed-edom y a toda su casa.

David trae el arca a Jerusalén

12 Cuando se le avisó al rey David: «Jehová ha bendecido la casa de Obed-edom y todo lo que tiene a causa del Arca de Dios», fue David y trasladó con alegría el Arca de Dios de casa de Obed-edom a la ciudad de David.
13 Y cuando los que llevaban el Arca de Dios habían dado seis pasos, él sacrificó un buey y un carnero engordado.
14 David, vestido con un efod de lino, danzaba con todas sus fuerzas delante de Jehová.
15 Así, con júbilo y sonidos de trompeta, David y toda la casa de Israel conducían el Arca de Jehová.
16 Cuando el Arca de Jehová llegaba a la ciudad de David, aconteció que Mical, hija de Saúl, miró desde una ventana, y al ver al rey David que saltaba y danzaba delante de Jehová, lo despreció en su corazón.
17 Metieron, pues, el Arca de Jehová, y la pusieron en su lugar, en medio de una tienda que David le había levantado; y sacrificó David holocaustos y ofrendas de paz delante de Jehová.
18 Cuando David acabó de ofrecer los holocaustos y ofrendas de paz, bendijo al pueblo en el nombre de Jehová de los ejércitos.
19 Después repartió a todo el pueblo y a toda la multitud de Israel, tanto a hombres como a mujeres, un pan a cada uno, un pedazo de carne y una torta de pasas. Y se fue todo el pueblo, cada uno a su casa.
20 Volvió luego David para bendecir su casa; y salió a recibirlo Mical, y le dijo: –¡Cuán honrado ha quedado hoy el rey de Israel, descubriéndose hoy delante de las criadas de sus siervos, como se descubre sin decoro un cualquiera!
21 Entonces David respondió a Mical: –Fue delante de Jehová, quien me eligió en preferencia a tu padre y a toda tu casa, para constituirme como príncipe sobre el pueblo de Jehová, sobre Israel. Por tanto, danzaré delante de Jehová.
22 Y me humillaré aún más que esta vez; me rebajaré a tus ojos, pero seré honrado delante de las criadas de quienes has hablado.
23 Y Mical, hija de Saúl, no tuvo ya hijos hasta el día de su muerte.

 

2 Samuel 7

Pacto de Dios con David

1 Aconteció que cuando ya el rey habitaba en una casa, después que Jehová le había dado paz con todos sus enemigos de alrededor,
2 dijo el rey al profeta Natán: –Mira ahora, yo habito en casa de cedro, mientras que el Arca de Dios está entre cortinas.
3 Natán respondió al rey: –Anda, y haz todo lo que está en tu corazón, porque Jehová está contigo.
4 Aconteció aquella noche, que vino palabra de Jehová a Natán, diciendo:
5 «Ve y di a mi siervo David: «Así ha dicho Jehová: ¿Tú me has de edificar una casa en la que yo more?
6 Ciertamente no he habitado en casas desde el día en que saqué a los hijos de Israel de Egipto hasta hoy, sino que he peregrinado en una tienda que me servía de santuario.
7 En todo cuanto he andado con todos los hijos de Israel, ¿he dicho acaso de alguna de las tribus de Israel, a quien haya mandado apacentar a mi pueblo de Israel: ¿Por qué no me habéis edificado una casa de cedro??
8 Ahora, pues, dirás así a mi siervo David: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo te tomé del redil, de detrás de las ovejas, para que fueras príncipe de mi pueblo Israel;
9 y he estado contigo dondequiera que has ido, he exterminado delante de ti a todos tus enemigos, y te he dado nombre grande, como el nombre de los grandes que hay en la tierra.
10 Además, yo fijaré un lugar para mi pueblo Israel y lo plantaré allí, para que habite en él y nunca más sea removido, ni los inicuos lo aflijan más, como antes,
11 en el tiempo en que puse jueces sobre mi pueblo Israel; y a ti te haré descansar de todos tus enemigos. Asimismo Jehová te hace saber que él te edificará una casa.
12 Y cuando tus días se hayan cumplido y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual saldrá de tus entrañas, y afirmaré su reino.
13 Él edificará una casa para mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino.
14 Yo seré padre para él, y él será hijo para mí. Si hace mal, yo lo castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres;
15 pero no apartaré mi misericordia de él como la aparté de Saúl, a quien quité de delante de ti.
16 Tu casa y tu reino permanecerán siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente.
17 Así, conforme a todas estas palabras, y conforme a toda esta visión, habló Natán a David.
18 Entonces entró el rey David y se puso delante de Jehová, y dijo: «Señor Jehová, ¿quién soy yo, y qué es mi casa, para que tú me hayas traído hasta aquí?
19 Y aun te ha parecido poco esto, Señor Jehová, pues también has hablado de la casa de tu siervo en lo por venir. ¿Es así como procede el hombre, Señor Jehová?
20 ¿Y qué más puede añadir David hablando contigo? Pues tú conoces a tu siervo, Señor Jehová.
21 Todas estas grandezas has hecho por tu palabra y conforme a tu corazón, haciéndolas saber a tu siervo.
22 Por tanto, tú te has engrandecido, Jehová Dios; por cuanto no hay como tú, ni hay Dios fuera de ti, conforme a todo lo que hemos oído con nuestros oídos.
23 ¿Y quién como tu pueblo, como Israel, nación singular en la tierra? Porque Dios fue para rescatarlo como pueblo suyo, para ponerle nombre, para hacer cosas grandes a su favor, y obras terribles en tu tierra, por amor de tu pueblo, el que rescataste para ti de Egipto, de las naciones y de sus dioses.
24 Porque tú estableciste a tu pueblo Israel como pueblo tuyo para siempre; y tú, oh Jehová, eres su Dios.
25 «Ahora pues, Jehová Dios, confirma para siempre la palabra que has hablado sobre tu siervo y sobre su casa, y haz conforme a lo que has dicho.
26 Que sea engrandecido tu nombre para siempre, y se diga: «Jehová de los ejércitos es el Dios de Israel»; y que la casa de tu siervo David se mantenga firme delante de ti.
27 Porque tú, Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, has hecho esta revelación al oído de tu siervo, diciendo: «Yo te edificaré Casa». Por esto tu siervo ha hallado en su corazón valor para hacer delante de ti esta súplica.
28 Ahora pues, Jehová Dios, tú eres Dios, y tus palabras son verdad, y tú has prometido este bien a tu siervo.
29 Ten ahora a bien bendecir la casa de tu siervo, para que permanezca perpetuamente delante de ti, porque tú, Jehová Dios, lo has dicho, y con tu bendición será bendita la casa de tu siervo para siempre».

 

2 Samuel 8

David extiende sus dominios

1 Después de esto, aconteció que David derrotó a los filisteos, los sometió y tomó a Meteg-ama de manos de los filisteos.
2 Derrotó también a los de Moab, y los midió con una cuerda, haciéndolos tenderse en tierra; los que quedaban a lo largo de dos cuerdas los condenó a morir, y a una cuerda llena la dejó con vida. Y fueron los moabitas siervos de David, pagando tributo.
3 Asimismo derrotó David a Hadad-ezer hijo de Rehob, rey de Soba, al ir este a recuperar su territorio al río Éufrates.
4 David les capturó mil setecientos hombres de a caballo y veinte mil hombres de a pie, y mutiló los caballos de todos los carros, pero dejó suficientes para cien carros.
5 Y vinieron los sirios de Damasco para dar ayuda a Hadad-ezer, rey de Soba; pero David hirió a veintidós mil hombres entre los sirios.
6 Puso luego David una guarnición en Siria de Damasco, y los sirios quedaron sometidos a David, pagando tributo. Y Jehová dio la victoria a David por dondequiera que fue.
7 Después tomó David los escudos de oro que traían los siervos de Hadad-ezer y los llevó a Jerusalén.
8 Asimismo tomó el rey David gran cantidad de bronce de Beta y de Berotai, ciudades de Hadad-ezer.
9 Toi, rey de Hamat, supo que David había derrotado a todo el ejército de Hadad-ezer,
10 y le envió a su hijo Joram para que lo saludara pacíficamente y lo bendijera, porque había peleado con Hadad-ezer y lo había vencido, ya que Toi era enemigo de Hadad-ezer. Joram llevaba en su mano utensilios de plata, de oro y de bronce,
11 los cuales el rey David dedicó a Jehová, junto con la plata y el oro que le había consagrado, provenientes de todas las naciones que había sometido:
12 de los sirios, los moabitas, los amonitas, los filisteos, los amalecitas, y del botín de Hadad-ezer hijo de Rehob, rey de Soba.
13 Así ganó David fama. Cuando regresaba de derrotar a los sirios, destrozó a dieciocho mil edomitas en el valle de la Sal.
14 Además, puso guarnición en Edom; por todo Edom puso guarnición, y todos los edomitas quedaron sometidos a David. Y Jehová dio la victoria a David por dondequiera que fue.

Oficiales de David

15 Reinó David sobre todo Israel, actuando con justicia y rectitud para con todo su pueblo.
16 Joab hijo de Sarvia era general de su ejército, y Josafat hijo de Ahilud, el cronista;
17 Sadoc hijo de Ahitob y Ahimelec hijo de Abiatar eran sacerdotes; Seraías, el escriba;
18 Benaía hijo de Joiada mandaba a los cereteos y peleteos, y los hijos de David eran los príncipes.

 

2 Samuel 9

Bondad de David hacia Mefi-boset

1 Preguntó David: «¿Ha quedado alguno de la casa de Saúl a quien pueda yo favorecer por amor de Jonatán?»
2 Había un siervo de la casa de Saúl llamado Siba, al cual llamaron para que viniera ante David. Y el rey le preguntó: –¿Eres tú Siba? –Sí, para servirte –respondió él.
3 El rey le dijo: –¿No ha quedado nadie de la casa de Saúl, para que yo lo favorezca con la misericordia de Dios? Respondió Siba al rey: –Aún queda un hijo de Jonatán, lisiado de los pies.

4 –¿Dónde está? –le preguntó entonces el rey. Siba respondió al rey: –Está en casa de Maquir hijo de Amiel, en Lo-debar.
5 Entonces el rey David mandó a traerlo de la casa de Maquir hijo de Amiel, de Lo-debar.

6 Al llegar Mefi-boset hijo de Jonatán hijo de Saúl, ante David, se postró sobre su rostro e hizo una reverencia. David le dijo: –Mefi-boset. –Aquí tienes a tu siervo –respondió él.
7 Luego David añadió: –No tengas temor, porque a la verdad yo tendré misericordia contigo por amor de Jonatán tu padre. Te devolveré todas las tierras de tu padre Saúl, y tú comerás siempre a mi mesa.

8 Inclinándose él dijo: –¿Quién es tu siervo, para que mires a un perro muerto como yo?
9 Entonces el rey llamó a Siba, siervo de Saúl, y le dijo: –Todo lo que fue de Saúl y de toda su casa, yo lo he dado al hijo de tu señor.
10 Tú, pues, le labrarás las tierras, tú con tus hijos y tus siervos, y almacenarás los frutos, para que el hijo de tu señor tenga pan para comer; pero Mefi-boset, el hijo de tu señor, comerá siempre a mi mesa. Siba, que tenía quince hijos y veinte siervos,
11 respondió al rey: –Conforme a todo lo que ha mandado mi señor, el rey, a su siervo, así lo hará tu siervo. –Mefi-boset –dijo el rey– comerá a mi mesa, como uno de los hijos del rey.
12 Tenía Mefi-boset un hijo pequeño, llamado Micaía. Todos los que vivían en la casa de Siba eran siervos de Mefi-boset.
13 Pero Mefi-boset, que estaba lisiado de ambos pies, vivía en Jerusalén, porque comía siempre a la mesa del rey.

 

2 Samuel 11-12

2 Samuel 11

David y Betsabé

1 Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David envió a Joab, junto a sus siervos y a todo Israel, y ellos derrotaron a los amonitas y sitiaron a Rabá, mientras David se quedó en Jerusalén.
2 Un día, al caer la tarde, se levantó David de su lecho, y se paseaba sobre el terrado de la casa real, cuando vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa.
3 Envió David a preguntar por aquella mujer, y le dijeron: «Aquella es Betsabé, hija de Eliam, mujer de Urías, el heteo».
4 Envió David mensajeros que la trajeran, y la tomó; cuando llegó, él durmió con ella. Luego ella se purificó de su inmundicia, y regresó a su casa.
5 La mujer concibió y mandó a decir a David: «Estoy encinta».
6 Entonces David envió a decir a Joab: «Envíame a Urías, el heteo». Y Joab envió a Urías a David.
7 Cuando Urías llegó ante él, David le preguntó por la salud de Joab, por la salud del pueblo y por la marcha de la guerra.
8 Después dijo David a Urías: «Desciende a tu casa, y lava tus pies». Cuando Urías salió de la casa del rey, le enviaron un presente de la mesa real.
9 Pero Urías durmió a la puerta de la casa del rey, con todos los guardias de su señor, y no descendió a su casa.
10 Le hicieron saber esto a David diciendo: «Urías no ha descendido a su casa». Entonces David dijo a Urías: –¿Acaso no vienes de viaje? ¿Por qué, pues, no descendiste a tu casa?
11 Urías respondió a David: –El Arca, Israel y Judá habitan bajo tiendas; mi señor Joab y los siervos de mi señor, en el campo; ¿cómo iba yo a entrar en mi casa para comer y beber, y dormir con mi mujer? ¡Por vida tuya y por vida de tu alma, nunca haré tal cosa!
12 David dijo entonces a Urías: –Quédate aquí hoy también, y mañana te despediré. Se quedó Urías aquel día y el siguiente en Jerusalén.
13 David lo convidó a comer y a beber con él hasta embriagarlo. Por la tarde salió a dormir en su cama, junto a los guardias de su señor; pero no descendió a su casa.
14 A la mañana siguiente, escribió David una carta a Joab, la cual envió por mano de Urías.
15 En ella decía: «Poned a Urías al frente, en lo más recio de la batalla, y alejaos de él, para que sea herido y muera».
16 Así, cuando Joab sitió la ciudad, puso a Urías en el lugar donde sabía que estaban los hombres más valientes.
17 Salieron los de la ciudad y pelearon contra Joab; cayeron algunos del ejército de los siervos de David, y murió también Urías, el heteo.
18 Entonces Joab mandó a comunicar a David todos los asuntos de la guerra.
19 Y dio esta orden al mensajero: «Cuando acabes de contar al rey todos los asuntos de la guerra,
20 si el rey comienza a enojarse, y te dice: «¿Por qué os habéis acercado tanto a la ciudad para combatir? ¿No sabíais lo que suelen tirar desde el muro?
21 ¿Quién hirió a Abimelec hijo de Jerobaal? ¿No arrojó una mujer desde el muro un pedazo de rueda de molino, y murió él en Tebes? ¿Por qué os habéis acercado tanto al muro?» Entonces tú le dirás: «También tu siervo Urías, el heteo, ha muerto»».
22 Partió el mensajero y, al llegar, contó a David todo aquello que Joab le había mandado.
23 Dijo el mensajero a David: –Pudieron más que nosotros los hombres que salieron al campo en contra nuestra, bien que les hicimos retroceder hasta la entrada de la puerta;
24 pero los flecheros tiraron contra tus siervos desde el muro, y murieron algunos de los siervos del rey; también murió tu siervo Urías, el heteo.
25 David respondió al mensajero: –Así dirás a Joab: «No tengas pesar por esto, porque la espada consume, ora a uno, ora a otro; refuerza tu ataque contra la ciudad, hasta que la rindas». Y tú aliéntale.
26 Al oir la mujer de Urías que su marido Urías había muerto, hizo duelo por él.
27 Pasado el luto, envió David por ella, la trajo a su casa y la hizo su mujer; ella le dio a luz un hijo. Pero esto que David había hecho fue desagradable ante los ojos de Jehová.

2 Samuel 12

Natán amonesta a David

1 Jehová envió a Natán ante David; y al llegar le dijo: –Había dos hombres en una ciudad, uno rico y el otro pobre.
2 El rico tenía numerosas ovejas y vacas,

3 pero el pobre no tenía más que una sola corderita, que él había comprado y criado, y que había crecido con él y con sus hijos juntamente, comiendo de su bocado, bebiendo de su vaso y durmiendo en su seno igual que una hija.
4 Un día llegó un viajero a visitar al hombre rico, y este no quiso tomar de sus ovejas y de sus vacas para dar de comer al caminante que había venido a visitarlo, sino que tomó la oveja de aquel hombre pobre, y la preparó para quien había llegado de visita.

5 Se encendió el furor de David violentamente contra aquel hombre, y dijo a Natán: –¡Vive Jehová, que es digno de muerte el que tal hizo!
6 Debe pagar cuatro veces el valor de la cordera, por haber hecho semejante cosa y no mostrar misericordia.
7 Entonces dijo Natán a David: –Tú eres ese hombre. Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: «Yo te ungí como rey de Israel y te libré de manos de Saúl,
8 te entregué la casa de tu señor y puse en tus brazos a sus mujeres; además te di la casa de Israel y de Judá; y como si esto fuera poco, te habría añadido mucho más.
9 ¿Por qué, pues, has tenido en poco la palabra de Jehová, y hecho lo malo delante de sus ojos? A Urías, el heteo, lo mataste a espada y tomaste a su esposa como mujer. Sí, a él lo mataste con la espada de los hijos de Amón.
10 Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste y tomaste la mujer de Urías, el heteo, para que fuera tu mujer».
11 Así ha dicho Jehová: «Yo haré que de tu misma casa se alce el mal contra ti. Tomaré a tus mujeres delante de tus ojos y las entregaré a tu prójimo, el cual se acostará con ellas a la luz del sol.
12 Porque tú lo hiciste en secreto; pero yo haré esto delante de todo Israel y a pleno sol».
13 Entonces dijo David a Natán: –Pequé contra Jehová. Natán dijo a David: –También Jehová ha perdonado tu pecado; no morirás.
14 Pero, por cuanto con este asunto hiciste blasfemar a los enemigos de Jehová, el hijo que te ha nacido, ciertamente morirá.
15 Y Natán se fue a su casa. Jehová hirió al niño que la mujer de Urías había dado a David, y enfermó gravemente.
16 Entonces David rogó a Dios por el niño; ayunó David, se retiró y se pasó la noche acostado en tierra.
17 Los ancianos de su casa fueron a rogarle que se levantara del suelo, pero él no quiso, ni comió nada con ellos.
18 Al séptimo día murió el niño. Los siervos de David temían hacerle saber que el niño había muerto, comentando entre sí: «Cuando el niño aún vivía, le hablábamos y no quería oir nuestra voz; ¿cuánto más se afligirá si le decimos que el niño ha muerto?»
19 Pero David, viendo a sus siervos hablar entre sí, comprendió que el niño había muerto; por lo que preguntó David a sus siervos: –¿Ha muerto el niño? –Ha muerto –respondieron ellos.
20 David se levantó entonces de la tierra, se lavó y se ungió; cambió sus ropas, entró a la casa de Jehová y adoró. Después vino a su casa y pidió que le pusieran pan, y comió.
21 Sus siervos le dijeron: –¿Qué es lo que haces? Cuando el niño aún vivía ayunabas y llorabas; cuando murió, te levantaste y comiste pan.
22 David respondió: –Mientras el niño aún vivía, yo ayunaba y lloraba, diciéndome: «¿Quién sabe si Dios tenga compasión de mí y viva el niño?»
23 Pero ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré yo hacerle volver? Yo voy hacia él, pero él no volverá a mí.
24 David consoló a Betsabé, su mujer, se llegó a ella y durmió con ella. Ella le dio a luz un hijo y le puso por nombre Salomón. Jehová lo amó,
25 y envió un mensaje por medio del profeta Natán; así le puso por nombre Jedidías, como había dicho Jehová.

David captura Rabá

26 Joab peleaba contra Rabá de los amonitas, y tomó la ciudad real.
27 Entonces envió Joab mensajeros a David para decirle: «Yo he puesto sitio a Rabá y he tomado la ciudad de las aguas.
28 Reúne, pues, ahora al pueblo que queda, acampa contra la ciudad y tómala, no sea que tome yo la ciudad y le pongan mi nombre».
29 David reunió a todo el pueblo, partió hacia Rabá, combatió contra ella y la tomó.
30 Después quitó la corona de la cabeza de su rey, la cual pesaba un talento de oro y tenía piedras preciosas. Luego la pusieron sobre la cabeza de David, quien sacó muy grande botín de la ciudad.
31 Hizo salir además a la gente que estaba en ella, y la puso a trabajar con sierras, con trillos de hierro y hachas de hierro; también la hizo trabajar en los hornos de ladrillos. Lo mismo hizo con todas las ciudades de los hijos de Amón. Entonces regresó David con todo el pueblo a Jerusalén.

1 Reyes 1

1 Cuando el rey David era viejo y avanzado en días, lo cubrían de ropas, pero no se calentaba.
2 Le dijeron, por tanto, sus siervos: «Busquen para mi señor, el rey, una joven virgen que lo atienda y lo abrigue, que duerma a su lado y así mi señor, el rey, entrará en calor».
3 Buscaron, pues, una joven hermosa por toda la tierra de Israel; encontraron a Abisag, la sunamita, y la llevaron al rey.
4 La joven era hermosa; ella abrigaba al rey y lo servía, pero el rey nunca la conoció.
5 Entonces Adonías hijo de Haguit se rebeló, diciendo: «Yo reinaré». Se hizo de carros, de gente de a caballo y de cincuenta hombres que corrieran delante de él.
6 En todos sus días su padre nunca lo había reprendido diciéndole: «¿Por qué haces esto?» Además, era de muy hermoso parecer, y había nacido después de Absalón.
7 Adonías se había puesto de acuerdo con Joab hijo de Sarvia y con el sacerdote Abiatar, los cuales lo ayudaban.
8 Pero el sacerdote Sadoc, Benaía hijo de Joiada, el profeta Natán, Simei, Rei y todos los grandes de David no seguían a Adonías.
9 Mató Adonías un día ovejas, vacas y animales cebados junto a la peña de Zohelet, que está cerca de la fuente de Rogel, y convidó a todos sus hermanos, los hijos del rey, y a todos los hombres de Judá, siervos del rey.
10 Pero no convidó al profeta Natán ni a Benaía ni a los grandes, ni a su hermano Salomón.
11 Entonces Natán dijo a Betsabé, madre de Salomón: –¿No has oído que Adonías hijo de Haguit se ha proclamado rey sin saberlo David, nuestro señor?
12 Ven pues, ahora, y oye mi consejo, para que conserves tu vida y la de tu hijo Salomón.
13 Ve, preséntate ante el rey David y dile: «Rey y señor mío, ¿no juraste a tu sierva, diciendo: Salomón, tu hijo, reinará después de mí, y él se sentará en mi trono? ¿Por qué, pues, reina Adonías?»
14 Mientras estés allí hablando con el rey, yo entraré detrás de ti y reafirmaré tus palabras.
15 Entonces Betsabé entró en la habitación del rey. El rey estaba muy viejo y Abisag, la sunamita, lo servía.
16 Betsabé se inclinó e hizo una reverencia al rey. El rey dijo: –¿Qué te pasa?
17 Ella le respondió: –Señor mío, tú juraste a tu sierva por Jehová, tu Dios, diciendo: «Salomón, tu hijo, reinará después de mí y se sentará en mi trono».
18 Pero ahora reina Adonías, sin que tú, mi señor y rey, todavía lo sepas.
19 Ha matado bueyes, animales cebados y muchas ovejas, y ha convidado a todos los hijos del rey, al sacerdote Abiatar y a Joab, general del ejército; pero no ha convidado a Salomón, tu siervo.
20 Entre tanto, rey y señor mío, los ojos de todo Israel están puestos en ti, para que les anuncies quién se ha de sentar en el trono después de mi señor, el rey.
21 De otra manera sucederá que cuando mi señor, el rey, duerma con sus padres, yo y mi hijo Salomón seremos considerados culpables.
22 Mientras ella aún hablaba con el rey, llegó el profeta Natán.
23 Le avisaron al rey diciendo: «Aquí está el profeta Natán». Cuando él entró donde estaba el rey, se postró delante del rey rostro en tierra,
24 y dijo: –Rey y señor mío, ¿has dicho tú: «Adonías reinará después de mí y se sentará en mi trono»?
25 Porque hoy descendió a sacrificar bueyes, animales cebados y muchas ovejas, y ha convidado a todos los hijos del rey, a los capitanes del ejército, y también al sacerdote Abiatar: están comiendo y bebiendo delante de él, y gritan: «¡Viva el rey Adonías!»
26 Pero ni a mí, tu siervo, ni al sacerdote Sadoc ni a Benaía hijo de Joiada ni a Salomón, tu siervo, ha convidado.
27 ¿Es que esto ha sido ordenado por mi señor, el rey, sin haber dado a conocer a tus siervos quién se había de sentar en el trono de mi señor, el rey, después de él?
28 El rey David respondió diciendo: «Llamadme a Betsabé». Entró ella a la presencia del rey y se quedó en pie delante de él.
29 Entonces el rey hizo este juramento: –¡Vive Jehová!, que ha redimido mi alma de toda angustia,
30 que como yo te he jurado por Jehová, Dios de Israel, diciendo: «Tu hijo Salomón reinará después de mí y se sentará sobre mi trono en lugar mío», así lo haré hoy.
31 Betsabé se inclinó ante el rey, con su rostro en tierra, y haciendo una reverencia al rey, dijo: –Viva mi señor, el rey David, para siempre.
32 Y el rey David dijo: –Llamadme al sacerdote Sadoc, al profeta Natán y a Benaía hijo de Joiada. Ellos entraron a la presencia del rey,
33 y él les dijo: –Tomad con vosotros los siervos de vuestro señor, montad a mi hijo Salomón en mi mula y llevadlo a Gihón.
34 Allí lo ungirán el sacerdote Sadoc y el profeta Natán como rey sobre Israel; vosotros tocaréis la trompeta y gritaréis: «¡Viva el rey Salomón!»
35 Después iréis detrás de él, y vendrá a sentarse sobre mi trono y reinará en mi lugar, porque lo he escogido para que sea príncipe de Israel y de Judá.
36 Entonces Benaía hijo de Joiada respondió al rey: –Amén. Así lo diga Jehová, Dios de mi señor, el rey.
37 De la manera que Jehová ha estado con mi señor, el rey, así esté con Salomón, y haga mayor su trono que el trono de mi señor, el rey David.
38 Descendieron el sacerdote Sadoc, el profeta Natán, Benaía hijo de Joiada, los cereteos y los peleteos, montaron a Salomón en la mula del rey David y lo llevaron a Gihón.
39 Tomó el sacerdote Sadoc el cuerno del aceite del Tabernáculo y ungió a Salomón; tocaron la trompeta y gritó todo el pueblo: «¡Viva el rey Salomón!»
40 Después subió todo el pueblo detrás de él; cantaba la gente con flautas y manifestaba tan gran alegría, que parecía que la tierra se hundía bajo sus gritos.
41 Lo oyó Adonías, y todos los convidados que con él estaban, cuando ya habían acabado de comer. También oyó Joab el sonido de la trompeta, y dijo: «¿Por qué se alborota la ciudad con tanto estruendo?»
42 Mientras él aún hablaba, llegó Jonatán, hijo del sacerdote Abiatar, al cual dijo Adonías: –Entra, porque tú eres hombre valiente y traerás buenas noticias.
43 Jonatán respondió a Adonías: –Ciertamente nuestro señor, el rey David, ha hecho rey a Salomón;
44 el rey ha enviado con él al sacerdote Sadoc y al profeta Natán, a Benaía hijo de Joiada, y también a los cereteos y a los peleteos, los cuales lo montaron en la mula del rey.
45 El sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo han ungido rey en Gihón; de allí han subido alegremente y la ciudad está llena de estruendo. Este es el alboroto que habéis oído.
46 Más aún, Salomón se ha sentado en el trono del reino,
47 y aun los siervos del rey han venido a bendecir a nuestro señor, el rey David, diciendo: «Dios haga bueno el nombre de Salomón más que tu nombre, y haga mayor su trono que el tuyo». Y el rey adoró en la cama,
48 y ha dicho además así: «Bendito sea Jehová, Dios de Israel, que ha dado hoy quien se siente en mi trono, y lo vean mis ojos».
49 Entonces se estremecieron todos los convidados que estaban con Adonías, se levantaron y cada uno se fue por su camino.
50 Pero Adonías tuvo miedo de Salomón, se levantó y fue a asirse de los cuernos del altar.
51 Luego avisaron a Salomón: –Adonías tiene miedo del rey Salomón, pues se ha asido de los cuernos del altar diciendo: «Júreme hoy el rey Salomón que no matará a espada a su siervo».
52 Y Salomón dijo: –Si él es hombre de bien, ni uno de sus cabellos caerá en tierra; pero si se halla mal en él, morirá.
53 El rey Salomón mandó que lo trajeran del altar; vino él y se inclinó ante el rey Salomón. Salomón le dijo: –Vete a tu casa.

1 Reyes 2:10-12

10 David durmió con sus padres y fue sepultado en su ciudad.
11 Los días que reinó David sobre Israel fueron cuarenta años: siete años reinó en Hebrón y treinta y tres años en Jerusalén.
12 Salomón se sentó en el trono de David, su padre, y su reino fue muy estable.