Mateo 26:31-53

31 Entonces Jesús les dijo: –Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche, pues escrito está: «Heriré al pastor y las ovejas del rebaño serán dispersadas».
32 Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.
33 Respondiendo Pedro, le dijo: –Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré.
34 Jesús le dijo: –De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces.
35 Pedro le dijo: –Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.

Jesús ora en Getsemaní

36 Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: –Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro.
37 Y tomando a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera.
38 Entonces Jesús les dijo: –Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo.
39 Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: «Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú».

40 Volvió luego a sus discípulos y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: –¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?
41 Velad y orad para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
42 Otra vez fue y oró por segunda vez, diciendo: «Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad».
43 Volvió otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño.
44 Y dejándolos, se fue de nuevo y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras.
45 Entonces se acercó a sus discípulos y les dijo: –¡Dormid ya y descansad! Ha llegado la hora, y el Hijo del hombre es entregado en manos de pecadores.
46 ¡Levantaos, vamos! Ved, se acerca el que me entrega.

Arresto de Jesús

47 Aún estaba él hablando cuando llegó Judas, uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo.
48 Y el que lo entregaba les había dado señal, diciendo: «Al que yo bese, ese es; prendedlo».
49 En seguida se acercó a Jesús y dijo: –¡Salve, Maestro! Y lo besó.
50 Jesús le dijo: –Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se acercaron y echaron mano a Jesús, y lo prendieron.
51 Pero uno de los que estaban con Jesús, echando mano de su espada, hirió a un siervo del Sumo sacerdote y le quitó la oreja.
52 Entonces Jesús le dijo: –Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que tomen espada, a espada perecerán.
53 ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?