José
Hombres y mujeres de la Biblia
Génesis 50:14-26
14 Después que lo hubo sepultado, regresó José a Egipto, él, sus hermanos y todos los que subieron con él a sepultar a su padre.
15 Al ver los hermanos de José que su padre había muerto, dijeron: –Quizá nos aborrecerá José, y nos dará el pago de todo el mal que le hicimos.
16 Entonces enviaron a decir a José: «Tu padre mandó antes de su muerte, diciendo:
17 «Así diréis a José: Te ruego que perdones ahora la maldad de tus hermanos y su pecado, porque te trataron mal «; por eso, ahora te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre». Y José lloró mientras hablaban.
18 Llegaron también sus hermanos, se postraron delante de él y dijeron: –Aquí nos tienes. Somos tus esclavos.
19 Pero José les respondió: –No temáis, pues ¿acaso estoy yo en lugar de Dios?
20 Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener con vida a mucha gente.
21 Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así los consoló, pues les habló al corazón.
22 Habitó José en Egipto, él y la casa de su padre; y vivió José ciento diez años.
23 Vio José los hijos de Efraín hasta la tercera generación; y también los hijos de Maquir hijo de Manasés fueron criados sobre las rodillas de José.
24 Un día, José dijo a sus hermanos: –Yo voy a morir, pero Dios ciertamente os visitará y os hará subir de esta tierra a la tierra que juró a Abraham, a Isaac y a Jacob.
25 E hizo jurar José a los hijos de Israel, diciendo: –Dios ciertamente os visitará, y haréis llevar de aquí mis huesos.
26 Murió José a la edad de ciento diez años; lo embalsamaron, y lo pusieron en un ataúd en Egipto.
Génesis 30:22-24
22 Pero se acordó Dios de Raquel, la oyó Dios y le concedió hijos.
23 Concibió ella y dio a luz un hijo. Y exclamó: «Dios ha quitado mi afrenta»;
24 y le puso por nombre José, diciendo: «Añádame Jehová otro hijo».
Génesis 37
1 Jacob habitó en la tierra donde había vivido su padre, en la tierra de Canaán.
2 Esta es la historia de la familia de Jacob: José tenía diecisiete años y apacentaba las ovejas con sus hermanos; el joven estaba con los hijos de Bilha y con los hijos de Zilpa, mujeres de su padre; e informaba José a su padre de la mala fama de ellos.
3 Israel amaba a José más que a todos sus hijos, porque lo había tenido en su vejez; y le hizo una túnica de diversos colores.
4 Al ver sus hermanos que su padre lo amaba más que a todos ellos, lo aborrecían y no podían hablarle pacíficamente.
5 Tuvo José un sueño y lo contó a sus hermanos, y ellos llegaron a aborrecerlo más todavía.
6 Él les dijo: –Oíd ahora este sueño que he tenido:
7 estábamos atando manojos en medio del campo, y mi manojo se levantaba y se quedaba derecho, y vuestros manojos estaban alrededor y se inclinaban ante el mío.
8 Entonces le respondieron sus hermanos: –¿Reinarás tú sobre nosotros, o dominarás sobre nosotros? Y lo aborrecieron aún más a causa de sus sueños y sus palabras.
9 Después tuvo otro sueño y lo contó a sus hermanos. Les dijo: –He tenido otro sueño. Soñé que el sol, la luna y once estrellas se inclinaban hacia mí.
10 Y lo contó a su padre y a sus hermanos; su padre le reprendió, y le dijo: –¿Qué sueño es este que tuviste? ¿Acaso vendremos yo, tu madre y tus hermanos a postrarnos en tierra ante ti?
11 Sus hermanos le tenían envidia, pero su padre meditaba en esto.
12 Un día, sus hermanos fueron a apacentar las ovejas de su padre en Siquem.
13 Entonces Israel dijo a José: –Tus hermanos apacientan las ovejas en Siquem. Ven, y te enviaré a ellos. –Aquí estoy –respondió él.
14–Ve ahora, mira cómo están tus hermanos y cómo están las ovejas, y tráeme la noticia –dijo Israel. Lo envió, pues, desde el valle del Hebrón, y José llegó a Siquem.
15 Lo halló un hombre, andando él errante por el campo; y aquel hombre le preguntó: –¿Qué buscas?
16–Busco a mis hermanos; te ruego que me muestres dónde están apacentando –respondió José.
17–Ya se han ido de aquí; pero yo les oí decir: «Vamos a Dotán» –dijo el hombre. Entonces José fue tras sus hermanos y los halló en Dotán.
18 Cuando ellos lo vieron de lejos, antes que llegara cerca de ellos conspiraron contra él para matarlo.
19 Se dijeron el uno al otro: –¡Ahí viene el soñador!
20 Ahora pues, venid, matémoslo y echémoslo en una cisterna, y diremos: «Alguna mala bestia lo devoró». Veremos entonces qué será de sus sueños.
21 Cuando Rubén oyó esto, lo libró de sus manos. Dijo: –No lo matemos.
22 Y añadió: –No derraméis sangre; echadlo en esta cisterna que está en el desierto, pero no le pongáis las manos encima. Quiso librarlo así de sus manos y hacerlo volver a su padre.
23 Sucedió, pues, que cuando llegó José junto a sus hermanos, ellos quitaron a José su túnica –la túnica de colores que llevaba puesta–,
24 lo agarraron y lo echaron en la cisterna; pero la cisterna estaba vacía, no había en ella agua.
25 Luego se sentaron a comer. En esto, al alzar la vista, vieron una compañía de ismaelitas que venía de Galaad, con camellos cargados de aromas, bálsamo y mirra, que llevaban a Egipto.
26 Entonces Judá dijo a sus hermanos: –¿Qué vamos a ganar con matar a nuestro hermano y ocultar su muerte?
27 Venid y vendámoslo a los ismaelitas; pero no le pongamos las manos encima, porque es nuestro hermano, nuestra propia carne. Y sus hermanos convinieron con él.
28 Cuando pasaban los mercaderes madianitas, sacaron ellos a José de la cisterna, lo trajeron arriba y lo vendieron a los ismaelitas por veinte piezas de plata. Y estos se llevaron a José a Egipto.
29 Después Rubén volvió a la cisterna y, al no hallar dentro a José, rasgó sus vestidos.
30 Luego volvió a sus hermanos y dijo: –El joven no aparece; y yo, ¿adónde iré yo?
31 Entonces tomaron ellos la túnica de José, degollaron un cabrito del rebaño y tiñeron la túnica con la sangre.
32 Enviaron la túnica de colores a su padre, con este mensaje: «Esto hemos hallado; reconoce ahora si es o no la túnica de tu hijo».
33 Cuando él la reconoció, dijo: «Es la túnica de mi hijo; alguna mala bestia lo devoró; José ha sido despedazado».
34 Entonces Jacob rasgó sus vestidos, se puso ropa áspera sobre su cintura y guardó luto por su hijo durante muchos días.
35 Se levantaron todos sus hijos y todas sus hijas para consolarlo, pero él no quiso recibir consuelo, diciendo: «¡Descenderé enlutado junto a mi hijo hasta el seol!» Y lo lloró su padre.
36 En Egipto, los madianitas lo vendieron a Potifar, oficial del faraón y capitán de la guardia.
Génesis 39-47
Génesis 39
José y la esposa de Potifar
1 Llevado, pues, José a Egipto, Potifar, un egipcio oficial del faraón, capitán de la guardia, lo compró de los ismaelitas que lo habían llevado allá.
2 Pero Jehová estaba con José, quien llegó a ser un hombre próspero, y vivía en la casa del egipcio, su amo.
3 Vio su amo que Jehová estaba con él, que Jehová lo hacía prosperar en todas sus empresas.
4 Así halló José gracia a sus ojos, y lo servía; lo hizo mayordomo de su casa y entregó en su poder todo lo que tenía.
5 Desde el momento en que le dio el encargo de su casa y de todo lo que tenía, Jehová bendijo la casa del egipcio a causa de José, y la bendición de Jehová estaba sobre todo lo que tenía, tanto en la casa como en el campo.
6 Él mismo dejó todo lo que tenía en manos de José, y con él no se preocupaba de cosa alguna sino del pan que comía. José era de hermoso semblante y bella presencia,
7 y aconteció después de esto, que la mujer de su amo puso sus ojos en José, y le dijo: –Duerme conmigo.
8 Pero él no quiso, y dijo a la mujer de su amo: –Mi señor no se preocupa conmigo de lo que hay en casa, y ha puesto en mis manos todo lo que tiene.
9 No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer. ¿Cómo, pues, haría yo este gran mal, y pecaría contra Dios?
10 Hablaba ella a José cada día, pero él no la escuchaba para acostarse al lado de ella, para estar con ella.
11 Pero aconteció un día, cuando entró él en casa a hacer su oficio, que no había nadie de los de casa allí.
12 Entonces ella lo asió por la ropa, diciendo: –Duerme conmigo. Pero él, dejando su ropa en las manos de ella, huyó y salió.
13 Cuando ella vio que le había dejado la ropa en sus manos y había huido fuera,
14 llamó a los de casa, y les dijo: –Mirad, nos ha traído un hebreo para que hiciera burla de nosotros. Ha venido a mí para dormir conmigo, y yo di grandes voces.
15 Al ver que yo alzaba la voz y gritaba, dejó junto a mí su ropa, y salió huyendo.
16 Puso ella junto a sí la ropa de José, hasta que llegó su señor a la casa.
17 Entonces le repitió las mismas palabras, diciendo: –El siervo hebreo que nos trajiste, vino a mí para deshonrarme.
18 Y cuando yo alcé mi voz y grité, él dejó su ropa junto a mí y huyó fuera.
19 Al oir el amo de José las palabras de su mujer, que decía: «Así me ha tratado tu siervo», se encendió su furor.
20 Tomó su amo a José y lo puso en la cárcel, donde estaban los presos del rey; y allí lo mantuvo.
21 Pero Jehová estaba con José y extendió a él su misericordia, pues hizo que se ganara el favor del jefe de la cárcel.
22 El jefe de la cárcel puso en manos de José el cuidado de todos los presos que había en aquella prisión; todo lo que se hacía allí, él lo hacía.
23 No necesitaba atender el jefe de la cárcel cosa alguna de las que estaban al cuidado de José, porque Jehová estaba con José, y lo que él hacía, Jehová lo prosperaba.
Génesis 40
José interpreta dos sueños
1 Aconteció después de estas cosas, que el copero y el panadero del rey de Egipto delinquieron contra su señor, el rey de Egipto.
2 Y se enojó el faraón contra sus dos oficiales, el jefe de los coperos y el jefe de los panaderos,
3 y los puso en prisión en la casa del capitán de la guardia, en la cárcel donde José estaba preso.
4 El capitán de la guardia encargó de ellos a José, para que los sirviera; y estuvieron durante un tiempo en la prisión.
5 Sucedió que ambos, el copero y el panadero del rey de Egipto, que estaban arrestados en la prisión, tuvieron un sueño en la misma noche, cada uno su propio sueño, cada uno con su propio significado.
6 Vino a ellos José por la mañana y vio que estaban tristes.
7 Entonces preguntó a aquellos oficiales del faraón que estaban con él en la prisión de la casa de su señor: –¿Por qué tienen hoy mal aspecto vuestros semblantes?
8 Ellos le dijeron: –Hemos tenido un sueño y no hay quien lo interprete. José les dijo: –¿No son de Dios las interpretaciones? Contádmelo ahora.
9 Entonces el jefe de los coperos contó su sueño a José, y le dijo: –Yo soñaba que veía una vid delante de mí
10 y en la vid, tres sarmientos; y ella echaba brotes, florecía y maduraban sus racimos de uvas.
11 Y que la copa del faraón estaba en mi mano, y tomando yo las uvas las exprimía en la copa del faraón, y ponía la copa en la mano del faraón.
12 José le dijo: –Esta es su interpretación: los tres sarmientos son tres días.
13 Al cabo de tres días levantará el faraón tu cabeza, te restituirá a tu puesto y darás la copa al faraón en su mano, como solías hacer cuando eras su copero.
14 Acuérdate, pues, de mí cuando te vaya bien; te ruego que tengas misericordia y hagas mención de mí al faraón, y que me saques de esta casa,
15 porque fui raptado de la tierra de los hebreos y nada he hecho aquí para que me pusieran en la cárcel.
16 Viendo el jefe de los panaderos que aquella interpretación había sido para bien, dijo a José: –También yo soñé que veía tres canastillos blancos sobre mi cabeza.
17 En el canastillo más alto había toda clase de manjares de pastelería para el faraón, y las aves los comían del canastillo de sobre mi cabeza.
18 Entonces respondió José, y dijo: –Esta es su interpretación: Los tres canastillos son tres días.
19 Al cabo de tres días quitará el faraón tu cabeza de sobre ti. Te hará colgar en la horca, y las aves comerán la carne que te cubre.
20 Al tercer día, que era el día del cumpleaños del faraón, el rey ofreció un banquete a todos sus sirvientes; y alzó la cabeza del jefe de los coperos y la cabeza del jefe de los panaderos en presencia de sus servidores.
21 Hizo volver a su oficio al jefe de los coperos, y volvió este a poner la copa en la mano del faraón.
22 Pero hizo ahorcar al jefe de los panaderos, como José lo había interpretado.
23 Sin embargo, el jefe de los coperos no se acordó de José, sino que lo olvidó.
Génesis 41
José interpreta el sueño de Faraón
1 Aconteció, pasados dos años, que el faraón tuvo un sueño. Le parecía que estaba junto al río,
2 y que del río subían siete vacas hermosas a la vista, muy gordas, y que pacían en el prado.
3 Tras ellas subían del río otras siete vacas de feo aspecto y enjutas de carne, que se pararon cerca de las vacas hermosas a la orilla del río;
4 y las vacas de feo aspecto y enjutas de carne devoraban a las siete vacas hermosas y muy gordas. El faraón se despertó,
5 pero se durmió de nuevo, y soñó la segunda vez: Siete espigas llenas y hermosas crecían de una sola caña,
6 y después de ellas salían otras siete espigas menudas y quemadas por el viento del este;
7 y las siete espigas menudas devoraban a las siete espigas gruesas y llenas. El faraón se despertó y vio que era un sueño.
8 Sucedió que por la mañana estaba agitado su espíritu, y envió llamar a todos los magos de Egipto y a todos sus sabios. Les contó sus sueños, pero no había quien se los pudiera interpretar al faraón.
9 Entonces el jefe de los coperos dijo al faraón: –Me acuerdo hoy de mis faltas.
10 Cuando el faraón se enojó contra sus siervos, nos echó a la prisión de la casa del capitán de la guardia a mí y al jefe de los panaderos.
11 Él y yo tuvimos un sueño en la misma noche, y cada sueño tenía su propio significado.
12 Estaba allí con nosotros un joven hebreo, siervo del capitán de la guardia. Se lo contamos, y él nos interpretó nuestros sueños y declaró a cada uno conforme a su sueño.
13 Y aconteció que como él nos los interpretó, así ocurrió: yo fui restablecido en mi puesto y el otro fue colgado.
14 Entonces el faraón envió a llamar a José; lo sacaron apresuradamente de la cárcel, se afeitó, mudó sus vestidos y vino ante el faraón.
15 El faraón dijo a José: –Yo he tenido un sueño, y no hay quien lo interprete; pero he oído decir de ti que oyes sueños para interpretarlos.
16 Respondió José al faraón: –No está en mí; Dios será el que dé respuesta propicia al faraón.
17 Entonces el faraón dijo a José: –En mi sueño me parecía que estaba a la orilla del río,
18 y que del río subían siete vacas de gruesas carnes y hermosa apariencia, que pacían en el prado.
19 Y que otras siete vacas subían después de ellas, flacas y de muy feo aspecto; tan extenuadas, que no he visto otras semejantes en fealdad en toda la tierra de Egipto.
20 Las vacas flacas y feas devoraban a las siete primeras vacas gordas;
21 pero, aunque las tenían en sus entrañas, no se conocía que hubieran entrado, pues la apariencia de las flacas seguía tan mala como al principio. Entonces me desperté.
22 «Luego, de nuevo en sueños, vi que siete espigas crecían en una misma caña, llenas y hermosas.
23 Y que otras siete espigas, menudas, marchitas y quemadas por el viento solano, crecían después de ellas;
24 y las espigas menudas devoraban a las siete espigas hermosas. Esto lo he contado a los magos, pero no hay quien me lo interprete.
25 Entonces respondió José al faraón: –El sueño del faraón es uno y el mismo. Dios ha mostrado al faraón lo que va a hacer.
26 Las siete vacas hermosas siete años son, y las espigas hermosas son siete años: el sueño es uno y el mismo.
27 También las siete vacas flacas y feas que subían tras ellas son siete años, y las siete espigas menudas y quemadas por el viento solano siete años serán de hambre.
28 Esto es lo que respondo al faraón. Lo que Dios va a hacer, lo ha mostrado al faraón.
29 Vienen siete años de gran abundancia en toda la tierra de Egipto.
30 Tras ellos seguirán siete años de hambre: toda la abundancia será olvidada en la tierra de Egipto, y el hambre consumirá la tierra.
31 Y aquella abundancia no se echará de ver, a causa del hambre que la seguirá, la cual será gravísima.
32 Y que el faraón haya tenido el sueño dos veces significa que la cosa es firme de parte de Dios, y que Dios se apresura a hacerla.
33 «Por tanto, es necesario que el faraón se provea de un hombre prudente y sabio, y que lo ponga sobre la tierra de Egipto.
34 Haga esto el faraón: ponga gobernadores sobre el país, que recojan la quinta parte de las cosechas de Egipto en los siete años de la abundancia.
35 Junten toda la provisión de estos buenos años que vienen, recojan el trigo bajo la mano del faraón para mantenimiento de las ciudades y guárdenlo.
36 Y esté aquella provisión en depósito para el país, para los siete años de hambre que habrá en la tierra de Egipto; y el país no perecerá de hambre.
José, gobernador de Egipto
37 El asunto pareció bien al faraón y a sus siervos,
38 y dijo el faraón a sus siervos: –¿Acaso hallaremos a otro hombre como este, en quien esté el espíritu de Dios?
39 Y dijo el faraón a José: –Después de haberte dado a conocer Dios todo esto, no hay entendido ni sabio como tú.
40 Tú estarás sobre mi casa y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo mayor que tú.
41 Dijo además el faraón a José: –Yo te he puesto sobre toda la tierra de Egipto.
42 Entonces el faraón se quitó el anillo de su mano y lo puso en la mano de José; lo hizo vestir de ropas de lino finísimo y puso un collar de oro en su cuello.
43 Lo hizo subir en su segundo carro, y pregonaban delante de él: «¡Doblad la rodilla!» Así quedó José sobre toda la tierra de Egipto.
44 Luego dijo el faraón a José: –Yo soy el faraón; pero sin ti nadie alzará su mano ni su pie en toda la tierra de Egipto.
45 El faraón puso a José el nombre de Zafnat-panea, y le dio por mujer a Asenat, hija de Potifera, sacerdote de On. Así quedó José al frente de toda la tierra de Egipto.
46 Era José de edad de treinta años cuando fue presentado delante del faraón, el rey de Egipto; y salió José de delante del faraón y recorrió toda la tierra de Egipto.
47 En aquellos siete años de abundancia la tierra produjo en gran cantidad.
48 Y él recogió todo el alimento de los siete años de abundancia que hubo en la tierra de Egipto, y almacenó alimento en las ciudades, poniendo en cada ciudad el alimento de los campos de alrededor.
49 Recogió José trigo como si fuera arena del mar; tanto que no se podía contar, porque era incalculable.
50 Antes que llegara el primer año de hambre, le nacieron a José dos hijos, los cuales le dio a luz Asenat, hija de Potifera, sacerdote de On.
51 Llamó José al primogénito Manasés, porque dijo: «Dios me hizo olvidar todos mis sufrimientos, y a toda la casa de mi padre».
52 Al segundo lo llamó Efraín, porque dijo: «Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción».
53 Se cumplieron así los siete años de abundancia que hubo en la tierra de Egipto,
54 y comenzaron a llegar los siete años de hambre, como José había predicho. Hubo hambre en todos los países, pero en toda la tierra de Egipto había pan.
55 Cuando se sintió el hambre en toda la tierra de Egipto, el pueblo clamó por pan al faraón. Y dijo el faraón a todos los egipcios: «Id a José, y haced lo que él os diga».
56 Cuando el hambre se extendió por todo el país, abrió José todos los graneros donde estaba el trigo, y lo vendía a los egipcios, porque había crecido el hambre en la tierra de Egipto.
57 Y de todos los países venían a Egipto para comprar grano a José, porque por toda la tierra había crecido el hambre.
Génesis 42
Los hermanos de José vienen por alimentos
1 Viendo Jacob que en Egipto había alimentos, dijo a sus hijos: «¿Por qué os estáis ahí mirando?
2 Yo he oído que hay víveres en Egipto; descended allá y comprad de allí para nosotros, para que podamos vivir y no muramos».
3 Descendieron los diez hermanos de José a comprar trigo en Egipto.
4 Pero Jacob no envió a Benjamín, hermano de José, con sus hermanos, porque dijo: «No sea que le acontezca algún desastre».
5 Fueron, pues, los hijos de Israel entre los que iban a comprar, porque había hambre en la tierra de Canaán.
6 José era el señor de la tierra, quien le vendía trigo a todo el mundo. Cuando llegaron los hermanos de José, se inclinaron a él rostro en tierra.
7 José reconoció a sus hermanos en cuanto los vio; pero hizo como que no los conocía, y hablándoles ásperamente les dijo: –¿De dónde habéis venido? Ellos respondieron: –De la tierra de Canaán, para comprar alimentos.
8 Reconoció, pues, José a sus hermanos, pero ellos no lo reconocieron.
9 Entonces se acordó José de los sueños que había tenido acerca de ellos, y les dijo: –Espías sois; para ver las regiones indefensas del país habéis venido.
10–No, señor nuestro –respondieron ellos–, sino que tus siervos han venido a comprar alimentos.
11 Todos nosotros somos hijos del mismo padre y somos hombres honrados; tus siervos nunca fueron espías.
12 Pero José les dijo: –No; para ver las regiones indefensas del país habéis venido.
13–Tus siervos somos doce hermanos –respondieron ellos–, hijos de un hombre en la tierra de Canaán. El menor está hoy con nuestro padre y el otro ha desaparecido.
14 Y José les dijo: –Eso es lo que os he dicho al afirmar que sois espías.
15 En esto seréis probados: ¡Por vida del faraón, que no saldréis de aquí hasta que vuestro hermano menor venga!
16 Enviad a uno de vosotros para que traiga a vuestro hermano, y vosotros quedad presos. Vuestras palabras serán probadas, si hay verdad en vosotros; y si no, ¡por la vida del faraón, que sois espías!
17 Entonces los puso juntos en la cárcel por tres días.
18 Al tercer día les dijo José: –Haced esto y vivid: Yo temo a Dios.
19 Si sois hombres honrados, uno de vuestros hermanos se quedará en la cárcel, mientras los demás vais a llevar el alimento para remediar el hambre de vuestra familia.
20 Pero traeréis a vuestro hermano menor; así serán verificadas vuestras palabras y no moriréis. Ellos lo hicieron así,
21 pero se decían el uno al otro: –Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba y no lo escuchamos; por eso ha venido sobre nosotros esta angustia.
22 Entonces Rubén les respondió, diciendo: –¿No os hablé yo y dije: «No pequéis contra el joven»? Pero no me escuchasteis; por eso ahora se nos demanda su sangre.
23 Ellos no sabían que José los entendía, porque este tenía un intérprete para hablar con ellos.
24 Entonces se apartó José de su lado, y lloró; cuando volvió a ellos, les habló y, tomando de entre ellos a Simeón, lo apresó en su presencia.
25 Después mandó José que llenaran sus sacos de trigo y devolvieran el dinero a cada uno de ellos, poniéndolo en su saco, y que les dieran comida para el camino; así se hizo con ellos.
26 Entonces pusieron ellos su trigo sobre sus asnos y se fueron de allí.
27 Pero al abrir uno de ellos el saco para dar de comer a su asno en el mesón, vio el dinero que estaba en la boca de su costal.
28 Y dijo a sus hermanos: –¡Me han devuelto mi dinero; aquí está, en mi saco! Entonces se les sobresaltó el corazón, y espantados se dijeron el uno al otro: –¿Qué es esto que Dios nos ha hecho?
29 Cuando llegaron junto a Jacob, su padre, en tierra de Canaán, le contaron todo lo que les había acontecido, diciendo:
30–Aquel hombre, el señor de la tierra, nos habló ásperamente y nos trató como a espías de la tierra.
31 Pero nosotros le dijimos: «Somos hombres honrados, nunca fuimos espías.
32 Somos doce hermanos, hijos de nuestro padre; uno ha desaparecido y el menor está hoy con nuestro padre en la tierra de Canaán».
33 Entonces aquel hombre, el señor de la tierra, nos dijo: «En esto conoceré que sois hombres honrados: dejad conmigo a uno de vuestros hermanos, tomad para remediar el hambre de vuestras familias y andad,
34 traedme a vuestro hermano menor; así sabré que no sois espías, sino hombres honrados; entonces os entregaré a vuestro hermano y comerciaréis libremente por el país».
35 Aconteció que cuando vaciaban ellos sus sacos, vieron que en el saco de cada uno estaba la bolsita con su dinero; y tanto ellos como su padre, al ver las bolsitas con el dinero, tuvieron temor.
36 Entonces su padre Jacob les dijo: –Me habéis privado de mis hijos: José no aparece, Simeón tampoco y ahora os llevaréis a Benjamín. Estas cosas acabarán conmigo.
37 Rubén respondió a su padre: –Quítales la vida a mis dos hijos, si no te lo devuelvo. Confíamelo a mí y yo te lo devolveré.
38 Pero Jacob replicó: –No descenderá mi hijo con vosotros, pues su hermano ha muerto y él ha quedado solo; si le acontece algún desastre en el camino por donde vais, haréis descender mis canas con dolor al seol.
Génesis 43
Los hermanos de José regresan con Benjamín
1 El hambre era grande en la tierra;
2 y aconteció que cuando acabaron de consumir el trigo que trajeron de Egipto, les dijo su padre: –Volved y comprad para nosotros un poco de alimento.
3 Respondió Judá: –Aquel hombre nos advirtió con ánimo resuelto: «No veréis mi rostro si no traéis a vuestro hermano con vosotros».
4 Si envías a nuestro hermano con nosotros, descenderemos y te compraremos alimento.
5 Pero si no lo envías, no descenderemos, porque aquel hombre nos dijo: «No veréis mi rostro si no traéis a vuestro hermano con vosotros».
6 Dijo entonces Israel: –¿Por qué me hicisteis tanto mal, declarando a ese hombre que teníais otro hermano?
7 Ellos respondieron: –Aquel hombre nos preguntó expresamente por nosotros y por nuestra familia, diciendo: «¿Vive aún vuestro padre? ¿Tenéis otro hermano?» Y le declaramos conforme a estas palabras. ¿Acaso podíamos saber que él nos diría: «Haced venir a vuestro hermano»?
8 Entonces Judá dijo a su padre Israel: –Envía al joven conmigo; nos levantaremos e iremos enseguida, a fin de que vivamos y no muramos, ni nosotros, ni tú, ni nuestros niños.
9 Yo te respondo por él; a mí me pedirás cuenta. Si no te lo traigo de vuelta y no lo pongo delante de ti, seré ante ti el culpable para siempre.
10 Si no nos hubiéramos demorado, ciertamente hubiéramos ya ido y vuelto dos veces.
11 Entonces su padre Israel les respondió: –Pues que así es, hacedlo; tomad de lo mejor de la tierra en vuestros sacos y llevad a aquel hombre un regalo, un poco de bálsamo, un poco de miel, aromas y mirra, nueces y almendras.
12 Tomad también en vuestras manos doble cantidad de dinero, y llevad así en vuestras manos el dinero devuelto en las bocas de vuestros costales; quizá fue equivocación.
13 Asimismo, tomad a vuestro hermano, levantaos y volved a aquel hombre.
14 Que el Dios omnipotente haga que ese hombre tenga misericordia de vosotros, y os suelte al otro hermano vuestro y a este Benjamín. Y si he de ser privado de mis hijos, que lo sea.
15 Entonces tomaron aquellos hombres el regalo, y tomaron en sus manos el doble del dinero, así como a Benjamín, y se levantaron, descendieron a Egipto y se presentaron delante de José.
16 José vio con ellos a Benjamín, y dijo al mayordomo de su casa: –Lleva a casa a esos hombres, y degüella una res y prepárala, pues estos hombres comerán conmigo al mediodía.
17 Hizo el hombre como José había dicho, y llevó a los hombres a casa de José.
18 Entonces aquellos hombres tuvieron temor, porque los llevaban a casa de José. Se decían: –Por el dinero que fue devuelto en nuestros costales la primera vez, nos han traído aquí; para tendernos lazo, atacarnos y tomarnos por siervos a nosotros y a nuestros asnos.
19 Se acercaron, pues, al mayordomo de la casa de José, y le hablaron a la entrada de la casa.
20 Le dijeron: –¡Ay, señor nuestro! Nosotros, en realidad de verdad, descendimos al principio a comprar alimentos.
21 Y aconteció que cuando llegamos al mesón y abrimos nuestros costales, vimos que el dinero de cada uno estaba en la boca de su costal, nuestro dinero en su justo peso; y lo hemos vuelto a traer con nosotros.
22 Hemos traído también en nuestras manos otro dinero para comprar alimentos. Nosotros no sabemos quién haya puesto nuestro dinero en nuestros costales.
23 Él les respondió: –Paz a vosotros, no temáis. Vuestro Dios y el Dios de vuestro padre os puso ese tesoro en vuestros costales; yo recibí vuestro dinero. Y les sacó a Simeón.
24 Luego llevó aquel varón a los hombres a casa de José; les dio agua y lavaron sus pies, y dio de comer a sus asnos.
25 Ellos prepararon el regalo mientras venía José a mediodía, pues oyeron que habrían de comer allí.
26 Al entrar José en casa, ellos le trajeron el regalo que habían traído consigo, y se inclinaron ante él hasta tocar la tierra.
27 Entonces les preguntó José cómo estaban, y les dijo: –¿Vuestro padre, el anciano que dijisteis, lo pasa bien? ¿Vive todavía?
28 Ellos respondieron: –Tu siervo, nuestro padre, está bien; aún vive. Y se inclinaron e hicieron reverencia.
29 Alzó José sus ojos y vio a su hermano Benjamín, hijo de su madre, y dijo: –¿Es este vuestro hermano menor, de quien me hablasteis? Y añadió: –Dios tenga misericordia de ti, hijo mío.
30 Entonces José se apresuró, porque se conmovieron sus entrañas a causa de su hermano, y buscó dónde llorar; entró en su habitación y lloró allí.
31 Cuando pudo contener el llanto, lavó su rostro, salió y dijo: «Servid la comida».
32 Sirvieron para él aparte, y separadamente para ellos, y aparte para los egipcios que con él comían, porque los egipcios no pueden comer pan con los hebreos, lo cual es abominación para los egipcios.
33 Y se sentaron delante de él, el mayor conforme a su primogenitura, y el menor conforme a su menor edad; y estaban aquellos hombres atónitos mirándose el uno al otro.
34 José tomó viandas de delante de sí para ellos; pero la porción de Benjamín era cinco veces mayor que la de cualquiera de los demás. Y bebieron y se alegraron con él.
Génesis 44
La copa de José
1 Mandó José al mayordomo de su casa, diciendo: –Llena de alimento los costales de estos hombres, de todo cuanto puedan llevar, y pon el dinero de cada uno en la boca de su costal.
2 También pondrás mi copa, la copa de plata, en la boca del costal del menor, con el dinero de su trigo. El mayordomo hizo como había dicho José.
3 Al amanecer, los hombres fueron despedidos con sus asnos.
4 Ya ellos habían salido de la ciudad, pero todavía no se habían alejado, cuando José dijo a su mayordomo: –Levántate y sigue a esos hombres. Cuando los alcances, diles: «¿Por qué habéis pagado mal por bien? ¿Por qué habéis robado mi copa de plata?
5 ¿No es esta en la que bebe mi señor, y la que usa para adivinar? ¡Habéis hecho mal al hacer esto!»
6 Cuando él los alcanzó, les dijo estas palabras.
7 Y ellos le respondieron: –¿Por qué dice nuestro señor tales cosas? Nunca tal hagan tus siervos.
8 Si el dinero que hallamos en la boca de nuestros costales te lo volvimos a traer desde la tierra de Canaán, ¿cómo íbamos a hurtar de casa de tu señor plata ni oro?
9 Aquel de tus siervos a quien se le encuentre la copa, que muera, y aun nosotros seremos siervos de mi señor.
10 Entonces el mayordomo dijo: –También ahora sea conforme a vuestras palabras: aquel a quien se le encuentre será mi siervo; los demás quedaréis sin culpa.
11 Ellos entonces se dieron prisa, bajó cada uno su costal a tierra y cada cual abrió el suyo.
12 El mayordomo buscó, comenzando por el mayor y terminando por el menor; y la copa fue hallada en el costal de Benjamín.
13 Entonces ellos rasgaron sus vestidos, cargó cada uno su asno y volvieron a la ciudad.
14 Entró Judá con sus hermanos a casa de José, que aún estaba allí, y se postraron en tierra delante de él.
15 Y les dijo José: –¿Qué acción es esta que habéis hecho? ¿No sabéis que un hombre como yo sabe adivinar?
16 Entonces dijo Judá: –¿Qué diremos a mi señor? ¿Qué hablaremos o con qué nos justificaremos? Dios ha hallado la maldad de tus siervos. Nosotros somos siervos de mi señor, nosotros y también aquel en cuyo poder se halló la copa.
17 José respondió: –Nunca haga yo tal cosa. El hombre en cuyo poder se halló la copa, ese será mi siervo; vosotros id en paz junto a vuestro padre.
Judá intercede por Benjamín
18 Entonces Judá se acercó a él y le dijo: –¡Ay, señor mío!, te ruego que permitas a tu siervo decir una palabra a oídos de mi señor, y no se encienda tu enojo contra tu siervo, pues tú eres como el faraón.
19 Mi señor preguntó a sus siervos: «¿Tenéis padre o hermano?»
20 Y nosotros respondimos a mi señor: «Sí, tenemos un padre anciano y un hermano joven, pequeño aún, que le nació en su vejez; un hermano suyo murió, y solo él quedó de los hijos de su madre, y su padre lo ama».
21 Tú dijiste a tus siervos: «Traédmelo, pues quiero verlo».
22 Y nosotros dijimos a mi señor: «El joven no puede dejar a su padre, porque si lo deja, su padre morirá».
23 Y dijiste a tus siervos: «Si vuestro hermano menor no viene con vosotros, no veréis más mi rostro».
24«Aconteció, pues, que cuando llegamos a mi padre, tu siervo, le contamos las palabras de mi señor.
25 Y dijo nuestro padre: «Volved a comprarnos un poco de alimento».
26 Pero nosotros respondimos: «No podemos ir. Si nuestro hermano va con nosotros, iremos, porque no podremos presentarnos ante aquel hombre, si no está con nosotros nuestro hermano menor».
27 Entonces tu siervo, mi padre, nos dijo: «Vosotros sabéis que dos hijos me dio a luz mi mujer;
28 uno de ellos se fue de mi lado, y pienso de cierto que fue despedazado. Hasta ahora no lo he vuelto a ver.
29 Si ahora os lleváis también a este y le acontece algún desastre, haréis que con dolor desciendan mis canas al seol».
30 «Ahora, pues, cuando vuelva yo a tu siervo, mi padre, si el joven no va conmigo, como su vida está ligada a la vida de él,
31 sucederá que cuando no vea al joven, morirá; y tus siervos harán que con dolor desciendan al seol las canas de nuestro padre, tu siervo.
32 Como tu siervo salió fiador del joven ante mi padre, diciendo: «Si no te lo traigo de vuelta, entonces yo seré culpable ante mi padre para siempre»,
33 por eso te ruego que se quede ahora tu siervo en lugar del joven como siervo de mi señor, y que el joven vaya con sus hermanos,
34 pues ¿cómo volveré yo a mi padre sin el joven? No podré, por no ver el mal que sobrevendrá a mi padre.
Génesis 45
José se da a conocer a sus hermanos
1 No podía ya José contenerse delante de todos los que estaban a su lado, y clamó: «¡Haced salir de mi presencia a todos!» Así no quedó nadie con él cuando José se dio a conocer a sus hermanos.
2 Entonces se echó a llorar a gritos; lo oyeron los egipcios, y lo oyó también la casa del faraón.
3 Y dijo José a sus hermanos: –Yo soy José. ¿Vive aún mi padre? Sus hermanos no pudieron responderle, porque estaban turbados delante de él.
4 Pero José les dijo: –Acercaos ahora a mí. Ellos se acercaron, y él les dijo: –Yo soy José, vuestro hermano, el que vendisteis a los egipcios.
5 Ahora, pues, no os entristezcáis ni os pese haberme vendido acá, porque para salvar vidas me envió Dios delante de vosotros.
6 Pues ya ha habido dos años de hambre en medio de la tierra, y aún quedan cinco años en los cuales no habrá arada ni siega.
7 Dios me envió delante de vosotros para que podáis sobrevivir sobre la tierra, para daros vida por medio de una gran liberación.
8 Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre del faraón, por señor de toda su casa y por gobernador en toda la tierra de Egipto.
9 Daos prisa, id a mi padre y decidle: «Así dice tu hijo José: Dios me ha puesto por señor de todo Egipto; ven a mí, no te detengas.
10 Habitarás en la tierra de Gosén, y estarás cerca de mí, tú, tus hijos y los hijos de tus hijos, tus ganados y tus vacas, y todo lo que tienes.
11 Allí te alimentaré, pues aún quedan cinco años de hambre, para que no perezcas de pobreza tú, tu casa y todo lo que tienes».
12 Vuestros ojos ven, y también los ojos de mi hermano Benjamín, que mi boca os habla.
13 Haréis, pues, saber a mi padre toda mi gloria en Egipto, y todo lo que habéis visto. ¡Daos prisa, y traed a mi padre acá!
14 José se echó sobre el cuello de su hermano Benjamín y lloró; también Benjamín lloró sobre su cuello.
15 Luego besó a todos sus hermanos y lloró sobre ellos. Después de esto, sus hermanos hablaron con él.
16 Se oyó la noticia en la casa del faraón, y se decía: «Los hermanos de José han venido». Esto agradó a los ojos del faraón y de sus siervos.
17 Y dijo el faraón a José: –Di a tus hermanos: «Haced esto: cargad vuestras bestias y marchaos; volved a la tierra de Canaán,
18 tomad a vuestro padre y a vuestras familias y venid a mí, porque yo os daré lo bueno de la tierra de Egipto y comeréis de la abundancia de la tierra».
19 Y tú manda: «Haced esto: tomaos de la tierra de Egipto carros para vuestros niños y vuestras mujeres, tomad a vuestro padre y venid.
20 Y no os preocupéis por vuestros enseres, porque la riqueza de la tierra de Egipto será vuestra».
21 Así lo hicieron los hijos de Israel; y José les dio carros conforme a la orden del faraón y les suministró víveres para el camino.
22 A cada uno de ellos le dio un vestido nuevo, y a Benjamín le dio trescientas piezas de plata y cinco vestidos nuevos.
23 A su padre le envió esto: diez asnos cargados de lo mejor de Egipto y diez asnas cargadas de trigo, pan y comida; esto para el viaje de su padre.
24 Luego despidió a sus hermanos, y cuando se iban, les dijo: –No riñáis por el camino.
25 Subieron, pues, de Egipto, y llegaron a la tierra de Canaán, junto a su padre Jacob.
26 Y le dieron las nuevas, diciendo: «¡José aún vive!, y es señor en toda la tierra de Egipto». Pero el corazón de Jacob desfalleció porque no les creía.
27 Entonces ellos le repitieron todas las palabras que José les había hablado; y viendo Jacob los carros que José enviaba para llevarlo, su espíritu revivió.
28 Y dijo Israel: –¡Con esto me basta! ¡José, mi hijo, vive todavía! Iré y lo veré antes de morir.
Génesis 46
Jacob y su familia en Egipto
1 Salió Israel con todo lo que tenía. Cuando llegó a Beerseba ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac.
2 Y habló Dios a Israel en visiones de noche, y dijo: –Jacob, Jacob. Él respondió: –Aquí estoy.
3 Entonces Dios dijo: –Yo soy Dios, el Dios de tu padre; no temas descender a Egipto, porque allí haré de ti una gran nación.
4 Yo descenderé contigo a Egipto, y yo también te haré volver; y la mano de José cerrará tus ojos.
5 Jacob salió de Beerseba; y subieron los hijos de Israel a su padre Jacob, a sus niños y a sus mujeres en los carros que el faraón había enviado para llevarlo.
6 También tomaron sus ganados y los bienes que habían adquirido en la tierra de Canaán, y fueron a Egipto Jacob y toda su descendencia consigo:
7 sus hijos y los hijos de sus hijos; y sus hijas y las hijas de sus hijos. A toda su descendencia llevó consigo a Egipto.
8 Estos son los nombres de los hijos de Israel que entraron en Egipto, Jacob y sus hijos: Rubén, primogénito de Jacob.
9 Y los hijos de Rubén: Hanoc, Falú, Hezrón y Carmi.
10 Los hijos de Simeón: Jemuel, Jamín, Ohad, Jaquín, Zohar y Saúl, hijo de la cananea.
11 Los hijos de Leví: Gersón, Coat y Merari.
12 Los hijos de Judá: Er, Onán, Sela, Fares y Zara; pero Er y Onán murieron en la tierra de Canaán. Y los hijos de Fares fueron Hezrón y Hamul.
13 Los hijos de Isacar: Tola, Fúa, Job y Simrón.
14 Los hijos de Zabulón: Sered, Elón y Jahleel.
15 Estos fueron los hijos de Lea, los que dio a luz a Jacob en Padan-aram, y además su hija Dina; treinta y tres las personas todas de sus hijos e hijas.
16 Los hijos de Gad: Zifión, Hagui, Ezbón, Suni, Eri, Arodi y Areli.
17 Los hijos de Aser: Imna, Isúa, Isúi, Bería y Sera, hermana de ellos. Los hijos de Bería: Heber y Malquiel.
18 Estos fueron los hijos de Zilpa, la esclava que Labán regaló a su hija Lea, le dio a luz a Jacob; en total dieciséis personas.
19 Los hijos de Raquel, mujer de Jacob: José y Benjamín.
20 A José le nacieron en la tierra de Egipto Manasés y Efraín, los que le dio a luz Asenat, hija de Potifera, sacerdote de On.
21 Los hijos de Benjamín fueron Bela, Bequer, Asbel, Gera, Naamán, Ehi, Ros, Mupim, Hupim y Ard.
22 Estos fueron los hijos de Raquel, que nacieron a Jacob; en total catorce personas.
23 Los hijos de Dan: Husim.
24 Los hijos de Neftalí: Jahzeel, Guni, Jezer y Silem.
25 Estos fueron los hijos que Bilha, la que dio Labán a Raquel, su hija, dio a luz de Jacob; en total siete personas.
26 Todas las personas que llegaron con Jacob a Egipto, nacidas de él, sin contar las mujeres de los hijos de Jacob, todas ellas fueron sesenta y seis.
27 Y los hijos de José, que le nacieron en Egipto, dos personas. Todas las personas de la casa de Jacob que entraron en Egipto fueron setenta.
28 Envió Jacob a Judá delante de sí a José, para que lo viniera a ver en Gosén; y llegaron a la tierra de Gosén.
29 José unció su carro y fue a recibir a Israel, su padre, en Gosén. Al verlo, se echó sobre su cuello, y sobre su cuello lloró largamente.
30 Entonces Israel dijo a José: –Muera yo ahora, ya que he visto tu rostro y sé que aún vives.
31 Luego José dijo a sus hermanos y a la casa de su padre: –Subiré y lo haré saber al faraón; le diré: «Mis hermanos y la casa de mi padre, que estaban en la tierra de Canaán, han venido a mí.
32 Los hombres son pastores de ovejas, hombres ganaderos; han traído sus ovejas, sus vacas y todo lo que tenían».
33 Y cuando el faraón os llame y os pregunte: «¿Cuál es vuestro oficio?»,
34 entonces diréis: «Hombres de ganadería hemos sido nosotros tus siervos, desde nuestra juventud hasta ahora, nosotros y nuestros padres». Así podréis habitar en la tierra de Gosén, porque para los egipcios es abominación todo pastor de ovejas.
Génesis 47
1 Fue José y lo hizo saber al faraón. Le dijo: –Mi padre y mis hermanos, con sus ovejas, sus vacas y todo lo que tienen, han venido de la tierra de Canaán y están en la tierra de Gosén.
2 Escogió a cinco de sus hermanos y los presentó delante del faraón.
3 Entonces el faraón dijo a sus hermanos: –¿Cuál es vuestro oficio? Ellos respondieron al faraón: –Pastores de ovejas son tus siervos, así nosotros como nuestros padres.
4 Dijeron además al faraón: –Para habitar en esta tierra hemos venido, porque no hay pasto para las ovejas de tus siervos, pues el hambre es grave en la tierra de Canaán; por tanto, te rogamos ahora que permitas que habiten tus siervos en la tierra de Gosén.
5 Entonces el faraón dijo a José: –Tu padre y tus hermanos han venido a ti.
6 Delante de ti está la tierra de Egipto. En lo mejor de la tierra haz habitar a tu padre y a tus hermanos; que habiten en la tierra de Gosén, y si sabes que hay entre ellos hombres capaces, ponlos por mayorales de mi ganado.
7 José introdujo también a Jacob, su padre, y lo presentó delante del faraón. Jacob bendijo al faraón,
8 y el faraón preguntó a Jacob: –¿Cuántos años tienes?
9 Jacob respondió al faraón: –Los años de mi peregrinación son ciento treinta. Pocos y malos han sido los años de mi vida, y no han llegado a los años de la vida de mis padres en los días de su peregrinación.
10 Jacob bendijo al faraón y salió de su presencia.
11 Así José hizo habitar a su padre y a sus hermanos, y les dio posesión en la tierra de Egipto, en lo mejor de la tierra, en la tierra de Ramesés, como mandó el faraón.
12 Y alimentaba José con pan a su padre, a sus hermanos y a toda la casa de su padre, según el número de los hijos.
13 No había pan en toda la tierra, y el hambre era muy grave, por lo que desfallecían de hambre la tierra de Egipto y la tierra de Canaán.
14 Recogió entonces José todo el dinero que la tierra de Egipto y la tierra de Canaán le habían pagado por los alimentos que de él compraban; y metió José el dinero en casa del faraón.
15 Cuando se acabó el dinero de la tierra de Egipto y de la tierra de Canaán, vino todo Egipto a José, diciendo: –Danos pan; ¿por qué moriremos delante de ti, por haberse acabado el dinero?
16 José respondió: –Si se ha acabado el dinero, entregad vuestros ganados, y yo os daré trigo por vuestros ganados.
17 Trajeron ellos sus ganados a José, y José les dio alimentos a cambio de caballos, ovejas, vacas y asnos; los abasteció de pan aquel año a cambio de todos sus ganados.
18 Acabado aquel año, vinieron a él el segundo año, y le dijeron: –No ocultamos a nuestro señor que el dinero ciertamente se ha acabado, y también el ganado es ya de nuestro señor. Nada ha quedado delante de nuestro señor, sino nuestros cuerpos y nuestra tierra.
19 ¿Por qué moriremos delante de tus ojos, así nosotros como nuestra tierra? Cómpranos a nosotros y a nuestra tierra por pan, y nosotros y nuestra tierra seremos siervos del faraón; danos semilla para que vivamos y no muramos, y que no sea asolada la tierra.
20 Entonces compró José para el faraón toda la tierra de Egipto, pues los egipcios vendieron cada uno sus tierras, porque se agravó el hambre que pesaba sobre ellos. La tierra pasó así a ser del faraón.
21 Y al pueblo lo hizo pasar a las ciudades, desde un extremo al otro del territorio de Egipto.
22 Solamente la tierra de los sacerdotes no compró, por cuanto los sacerdotes recibían trigo del faraón y comían del trigo que el faraón les daba; por eso no vendieron su tierra.
23 Luego José dijo al pueblo: –Os he comprado hoy, a vosotros y a vuestra tierra, para el faraón; aquí tenéis semilla para sembrar la tierra.
24 De los frutos daréis la quinta parte al faraón; las otras cuatro partes serán vuestras, para sembrar las tierras y para vuestra manutención, y también de los que están en vuestras casas, para que coman vuestros niños.
25 Ellos respondieron: –La vida nos has dado. Hallemos gracia a los ojos de nuestro señor, y seamos siervos del faraón.
26 Entonces José puso por ley hasta hoy sobre la tierra de Egipto que se diera al faraón la quinta parte de las cosechas. Tan solo la tierra de los sacerdotes no pasó a ser del faraón.
27 Así habitó Israel en la tierra de Egipto, en la tierra de Gosén; tomaron posesión de ella, se aumentaron y se multiplicaron en gran manera.
28 Jacob vivió en la tierra de Egipto diecisiete años, y fueron los días de Jacob, los años de su vida, ciento cuarenta y siete años.
29 Cuando los días de Israel tocaban a su fin, llamó a José, su hijo, y le dijo: –Si he hallado ahora gracia a tus ojos, te ruego que pongas tu mano debajo de mi muslo y que me trates con misericordia y lealtad. Te ruego que no me entierres en Egipto.
30 Cuando duerma con mis padres, me llevarás de Egipto y me sepultarás en el sepulcro de ellos. –Haré como tú dices –respondió José.
31 –Júramelo –dijo Israel. Y José se lo juró. Entonces Israel se inclinó sobre la cabecera de la cama.
Introducción José
José pág. 31
José (‘aumentador’). Hijo de Jacob y Raquel. Nació mientras su padre era siervo de Labán, padre de Raquel. Vino a ser el hijo de la mujer amada; fue grandemente favorecido por su padre, lo que creó animosidad de parte de sus hermanos hacia él.
Cuando tenía 17 años fue enviado por su padre a buscar a sus hermanos, quienes lo vendieron a unos ismaelitas que lo llevaron a Egipto, donde fue sirviente en casa de Potifar, un oficial del faraón.
Víctima de un intento de seducción por parte de la esposa de su señor, resistió la tentación debido a su sólida amistad con Dios. Fue acusado injustamente y llevado a prisión, donde interpretó los sueños dos criados del faraón. Dos años más tarde, el faraón tuvo unos sueños que sus adivinos no comprendieron, así que el copero, a quien José había interpretado un sueño durante su estancia en la cárcel, se acordó del joven hebreo, el cual fue llamado a la corte. José interpretó los sueños del faraón y reveló que habría siete años de abundancia seguidos por siete años de hambruna, además, le aconsejó tomar medidas al respecto. Ante esta actitud, el faraón nombró a José gobernador de Egipto, entregándole la responsabilidad de hacerse cargo de la situación.
Más tarde, durante la época de la hambruna, los hermanos fueron a Egipto a buscar alimento y, después de algunos encuentros, José se dio a conocer ante ellos y acabó enviando por toda la familia para que viviera ahí.
Vivió hasta los 110 años con la expresa petición de que, si el pueblo regresaba a Palestina, habrían de llevar su cuerpo para ser sepultado en ese lugar. Y así sucedió. Fue sepultado cerca de Siquem.