Pedro

Hombres y mujeres de la Biblia

Introducción Pedro

Pedro pág. 459

Pedro (‘piedra’). Uno de los discípulos de Jesús que, junto a Santiago y Juan, constituían el grupo más próximo al Maestro. Fue pescador de profesión y, al aceptar la invitación de Jesús, cambió la estabilidad de su vida por seguir a Aquel que sería el Señor de toda ella.

Al ser llevado a Jesús por su hermano Andrés, fue recibido y aceptado por el Maestro, quien le cambió el nombre de Simón por Cefas, esto es, Pedro, que es con el que mejor se le conoce.

Poseía un temperamento arrebatado, estando en todo momento presto a tomar iniciativas, aunque no siempre las más prudentes.

Fue testigo de muchos milagros de Jesús. Además, afirmó en nombre de todos su certeza de la divinidad de Cristo, aunque luego fuera reprendido por Jesús por haber criticado al Señor ante su anuncio de que le esperaban sufrimientos y la muerte. Presenció la transfiguración de Jesús. Durante la última cena no quería que el Señor le lavase los pies. Cuando fue informado de que iba a negar al Maestro, afirmó que estaba listo para serle fiel hasta la muerte. Estuvo con Jesús en la angustiosa noche que Cristo experimentó en el Getsemaní, a pesar de que no logró permanecer despierto. Reaccionó con violencia cuando apresaron a Jesús, pero después huyó como el resto de sus compañeros. Negó conocerlo, como había anunciado el Maestro, y luego se apartó para llorar arrepentido. Después de la resurrección de Jesús fue al sepulcro con Juan. Estaba reunido con los otros discípulos cuando Jesús se les apareció y les demostró que los seguía amando. Estuvo presente en el momento de la ascensión del Señor y, tiempo después, participó del derramamiento del Espíritu Santo en el Pentecostés y pronunció un sermón; como resultado, tres mil personas se convirtieron al evangelio.

Fue enviado a predicar la buena nueva a un gentil, Cornelio, lo que le hizo entender que el evangelio era accesible a todos los pueblos, independientemente de su raza.

Estuvo preso y fue liberado de manera milagrosa.

En el concilio de Jerusalén, el cual fue presidido por Santiago, donde se iba a decidir si los gentiles debían o no ser circuncidados, Pedro contó su experiencia con Cornelio.

Más tarde, fue reprendido por Pablo debido a que mostró una actitud desleal hacia los gentiles (Gálatas 2: 11-14).

No hay información concreta sobre sus últimos años. Una tradición muy antigua dice que fue martirizado en Roma y fue crucificado de cabeza, por petición propia, ya que no se consideró digno de morir de la misma manera que su Maestro.

Juan 1:35-42

35 Al siguiente día estaba otra vez Juan, y con él dos de sus discípulos.
36 Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: «¡Este es el Cordero de Dios!»
37 Los dos discípulos lo oyeron hablar y siguieron a Jesús.
38 Volviéndose Jesús y viendo que lo seguían, les dijo: –¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: –Rabí –que significa «Maestro»–, ¿dónde vives?
39 Les dijo: –Venid y ved. Fueron y vieron dónde vivía, y se quedaron aquel día con él, porque era como la hora décima.
40 Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús.
41 Aquel encontró primero a su hermano Simón, y le dijo: –Hemos encontrado al Mesías –que significa «Cristo»–.
42 Y lo trajo a Jesús. Mirándolo Jesús, dijo: –Tú eres Simón hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas –es decir, Pedro–.

Lucas 5:1-11

1 Aconteció que estando Jesús junto al Lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oir la palabra de Dios.
2 Vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; los pescadores habían descendido de ellas y lavaban sus redes.
3 Entró en una de aquellas barcas, la cual era de Simón y le rogó que la apartara de tierra un poco. Luego, sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud.
4 Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: –Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.
5 Respondiendo Simón, le dijo: –Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y nada hemos pescado; pero en tu palabra echaré la red.
6 Cuando lo hicieron, recogieron tal cantidad de peces que su red se rompía.
7 Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca para que acudieran a ayudarlos. Ellos vinieron y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían.
8 Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: –Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.
9 Por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él y de todos los que estaban con él,
10 y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: –No temas; desde ahora serás pescador de hombres.
11 Trajeron a tierra las barcas y, dejándolo todo, lo siguieron.

 

Mateo 16:13-23

13 Al llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: –¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?
14 Ellos dijeron: –Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas.
15 Él les preguntó: –Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
16 Respondiendo Simón Pedro, dijo: –Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
17 Entonces le respondió Jesús: –Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
18 Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no la dominarán.
19 Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos: todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos.
20 Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijeran que él era Jesús, el Cristo.
21 Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho a manos de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día.
22 Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirlo, diciendo: –Señor, ten compasión de ti mismo. ¡En ninguna manera esto te acontezca!
23 Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: –¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.

Mateo 17:1-6

1 Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte alto.
2 Allí se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.
3 Y se les aparecieron Moisés y Elías, que hablaban con él.
4 Entonces Pedro dijo a Jesús: «Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, haremos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
5 Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió y se oyó una voz desde la nube, que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd».
6 Al oir esto, los discípulos se postraron sobre sus rostros y sintieron gran temor.

Juan 13:3-9

3 sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios y a Dios iba,
4 se levantó de la cena, se quitó su manto y, tomando una toalla, se la ciñó.
5 Luego puso agua en una vasija y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a secarlos con la toalla con que estaba ceñido.
6 Cuando llegó a Simón Pedro, este le dijo: –Señor, ¿tú me lavarás los pies?
7 Respondió Jesús y le dijo: –Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora, pero lo entenderás después.
8 Pedro le dijo: –No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: –Si no te lavo, no tendrás parte conmigo.
9 Le dijo Simón Pedro: –Señor, no solo mis pies, sino también las manos y la cabeza.

Mateo 26:31-53

31 Entonces Jesús les dijo: –Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche, pues escrito está: «Heriré al pastor y las ovejas del rebaño serán dispersadas».
32 Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.
33 Respondiendo Pedro, le dijo: –Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré.
34 Jesús le dijo: –De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces.
35 Pedro le dijo: –Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.

Jesús ora en Getsemaní

36 Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: –Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro.
37 Y tomando a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera.
38 Entonces Jesús les dijo: –Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo.
39 Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: «Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú».

40 Volvió luego a sus discípulos y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: –¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?
41 Velad y orad para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
42 Otra vez fue y oró por segunda vez, diciendo: «Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad».
43 Volvió otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño.
44 Y dejándolos, se fue de nuevo y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras.
45 Entonces se acercó a sus discípulos y les dijo: –¡Dormid ya y descansad! Ha llegado la hora, y el Hijo del hombre es entregado en manos de pecadores.
46 ¡Levantaos, vamos! Ved, se acerca el que me entrega.

Arresto de Jesús

47 Aún estaba él hablando cuando llegó Judas, uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo.
48 Y el que lo entregaba les había dado señal, diciendo: «Al que yo bese, ese es; prendedlo».
49 En seguida se acercó a Jesús y dijo: –¡Salve, Maestro! Y lo besó.
50 Jesús le dijo: –Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se acercaron y echaron mano a Jesús, y lo prendieron.
51 Pero uno de los que estaban con Jesús, echando mano de su espada, hirió a un siervo del Sumo sacerdote y le quitó la oreja.
52 Entonces Jesús le dijo: –Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que tomen espada, a espada perecerán.
53 ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?

Juan 18:10,11

10 Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, hirió al siervo del Sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco.
11 Jesús entonces dijo a Pedro: –Mete tu espada en la vaina. La copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?

Mateo 26:69-75

69 Estando Pedro sentado fuera, en el patio, se le acercó una criada y le dijo: –Tú también estabas con Jesús, el galileo.
70 Pero él negó delante de todos, diciendo: –No sé lo que dices.
71 Saliendo él a la puerta, lo vio otra y dijo a los que estaban allí: –También este estaba con Jesús, el nazareno.
72 Pero él negó otra vez con juramento: –¡No conozco al hombre!
73 Un poco después, acercándose los que por allí estaban, dijeron a Pedro: –Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre.
74 Entonces él comenzó a maldecir y a jurar: –¡No conozco al hombre! Y en seguida cantó el gallo.
75 Entonces Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: «Antes que cante el gallo, me negarás tres veces». Y saliendo fuera, lloró amargamente.

Juan 20:1-10

1 El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro, y vio quitada la piedra del sepulcro.
2 Entonces corrió y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel a quien amaba Jesús, y les dijo: –Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.
3 Salieron Pedro y el otro discípulo y fueron al sepulcro.
4 Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro.
5 Y, asomándose, vio los lienzos puestos allí, pero no entró.
6 Luego llegó Simón Pedro tras él, entró en el sepulcro y vio los lienzos puestos allí,
7 y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte.
8 Entonces entró también el otro discípulo que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó,
9 pues aún no habían entendido la Escritura: que era necesario que él resucitara de los muertos.
10 Y volvieron los discípulos a los suyos.

Hechos 2

1 Cuando llegó el día de Pentecostés estaban todos unánimes juntos.
2 De repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban;
3 y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.
4 Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablaran.
5 Vivían entonces en Jerusalén judíos piadosos, de todas las naciones bajo el cielo.
6 Al oir este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua.
7 Estaban atónitos y admirados, diciendo: –Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan?
8 ¿Cómo, pues, los oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?
9 Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto y Asia,
10 Frigia y Panfilia, Egipto y las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos,
11 cretenses y árabes, los oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.
12 Estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: –¿Qué quiere decir esto?
13 Pero otros, burlándose, decían: –Están borrachos.

Primer discurso de Pedro

14 Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: «Judíos y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras,

15 pues estos no están borrachos, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día.
16 Pero esto es lo dicho por el profeta Joel:
17 » «En los postreros días –dice Dios–, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños;
18 y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas, en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.
19 Y daré prodigios arriba en el cielo y señales abajo en la tierra, sangre, fuego y vapor de humo;
20 el sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y glorioso.
21 Y todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo».
22 «Israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis;
23 a este, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándolo.
24 Y Dios lo levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuera retenido por ella,
25 pues David dice de él: «»Veía al Señor siempre delante de mí; porque está a mi diestra,no seré conmovido.
26 Por lo cual mi corazón se alegróy se gozó mi lengua, y aun mi carne descansará en esperanza,
27 porque no dejarás mi alma en el Hades ni permitirás que tu Santo vea corrupción.
28 Me hiciste conocer los caminos de la vida; me llenarás de gozo con tu presencia».
29 «Hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy.
30 Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia en cuanto a la carne levantaría al Cristo para que se sentara en su trono,
31 viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades ni su carne vio corrupción.
32 A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.
33 Así que, exaltado por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.
34 David no subió a los cielos, pero él mismo dice: «»Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra
35 hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies «.
36 «Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha hecho Señor y Cristo».
37 Al oir esto, se compungieron de corazón y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: –Hermanos, ¿qué haremos?
38 Pedro les dijo: –Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo,
39 porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llame.
40 Y con otras muchas palabras testificaba y los exhortaba, diciendo: –Sed salvos de esta perversa generación.
41 Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados, y se añadieron aquel día como tres mil personas.
42 Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.

La vida de los primeros cristianos

43 Sobrevino temor a toda persona, y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles.
44 Todos los que habían creído estaban juntos y tenían en común todas las cosas:
45 vendían sus propiedades y sus bienes y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno.
46 Perseveraban unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas comían juntos con alegría y sencillez de corazón,
47 alabando a Dios y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.

Hechos 10

1 Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada «la Italiana»,
2 piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo y oraba siempre a Dios.
3 Este vio claramente en una visión, como a la hora novena del día, que un ángel de Dios entraba donde él estaba y le decía: –¡Cornelio!
4 Él, mirándolo fijamente, y atemorizado, dijo: –¿Qué es, Señor? Le dijo: –Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios.
5 Envía, pues, ahora hombres a Jope y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro.
6 Este se hospeda en casa de cierto Simón, un curtidor que tiene su casa junto al mar; él te dirá lo que es necesario que hagas.
7 Cuando se marchó el ángel que hablaba con Cornelio, este llamó a dos de sus criados y a un devoto soldado de los que lo asistían,
8 a los cuales envió a Jope, después de habérselo contado todo.
9 Al día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar, cerca de la hora sexta.
10 Sintió mucha hambre y quiso comer; pero mientras le preparaban algo le sobrevino un éxtasis:
11 Vio el cielo abierto, y que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra,
12 en el cual había de todos los cuadrúpedos terrestres, reptiles y aves del cielo.
13 Y le vino una voz: –Levántate, Pedro, mata y come.
14 Entonces Pedro dijo: –Señor, no; porque ninguna cosa común o impura he comido jamás.
15 Volvió la voz a él la segunda vez: –Lo que Dios limpió, no lo llames tú común.
16 Esto ocurrió tres veces; y aquel lienzo volvió a ser recogido en el cielo.
17 Mientras Pedro estaba perplejo dentro de sí sobre lo que significaría la visión que había visto, los hombres que habían sido enviados por Cornelio, habiendo preguntado por la casa de Simón, llegaron a la puerta.
18 Llamaron y preguntaron si allí se hospedaba un tal Simón que tenía por sobrenombre Pedro.
19 Y mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: «Tres hombres te buscan.
20 Levántate, pues, desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado».
21 Entonces Pedro, descendiendo a donde estaban los hombres que fueron enviados por Cornelio, les dijo: –Yo soy el que buscáis. ¿Cuál es la causa de vuestra venida?
22 Ellos dijeron: –Cornelio el centurión, varón justo y temeroso de Dios, y que tiene buen testimonio en toda la nación de los judíos, ha recibido instrucciones de un santo ángel, de hacerte venir a su casa para oir tus palabras.
23 Entonces, haciéndolos entrar, los hospedó. Y al día siguiente, levantándose, se fue con ellos; y lo acompañaron algunos de los hermanos de Jope.
24 Al otro día entraron en Cesarea. Cornelio los estaba esperando, habiendo convocado a sus parientes y amigos más íntimos.
25 Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirlo y, postrándose a sus pies, lo adoró.
26 Pero Pedro lo levantó, diciendo: –Levántate, pues yo mismo también soy un hombre.
27 Hablando con él, entró y halló a muchos que se habían reunido.
28 Y les dijo: –Vosotros sabéis cuán abominable es para un judío juntarse o acercarse a un extranjero, pero a mí me ha mostrado Dios que a nadie llame común o impuro.
29 Por eso, al ser llamado, vine sin replicar. Así que pregunto: ¿Por qué causa me habéis hecho venir?
30 Entonces Cornelio dijo: –Hace cuatro días que a esta hora yo estaba en ayunas; y a la hora novena, mientras oraba en mi casa, vi que se puso delante de mí un varón con vestido resplandeciente,
31 y me dijo: «Cornelio, tu oración ha sido oída, y tus limosnas han sido recordadas delante de Dios.
32 Envía, pues, a Jope y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro, el cual se hospeda en casa de Simón, un curtidor, junto al mar; cuando llegue, él te hablará».
33 Así que luego envié por ti, y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oir todo lo que Dios te ha mandado.
34 Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: –En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas,
35 sino que en toda nación se agrada del que lo teme y hace justicia.
36 Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; este es Señor de todos.
37 Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan:
38 cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo este anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
39 Nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús, a quien mataron colgándolo en un madero, hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén.
40 A este levantó Dios al tercer día e hizo que apareciera,
41 no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos.
42 Y nos mandó que predicáramos al pueblo y testificáramos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos.
43 De este dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él crean recibirán perdón de pecados por su nombre.
44 Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso.
45 Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramara el don del Espíritu Santo,
46 porque los oían que hablaban en lenguas y que glorificaban a Dios.
47 Entonces respondió Pedro: –¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo lo mismo que nosotros?
48 Y mandó bautizarlos en el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedara por algunos días.

Hechos 12:1-17

1 En aquel mismo tiempo, el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarlos.
2 Mató a espada a Jacobo, hermano de Juan,
3 y al ver que esto había agradado a los judíos, procedió a prender también a Pedro. Eran entonces los días de los Panes sin levadura.
4 Tomándolo preso, lo puso en la cárcel, entregándolo a cuatro grupos de cuatro soldados cada uno, para que lo vigilaran; y se proponía sacarlo al pueblo después de la Pascua.
5 Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel, pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él.
6 Cuando Herodes lo iba a sacar, aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, y los guardas delante de la puerta custodiaban la cárcel.
7 Y se presentó un ángel del Señor y una luz resplandeció en la cárcel; y tocando a Pedro en el costado, lo despertó, diciendo: «Levántate pronto». Y las cadenas se le cayeron de las manos.
8 Le dijo el ángel: «Cíñete y átate las sandalias». Él lo hizo así. Y le dijo: «Envuélvete en tu manto y sígueme».
9 Pedro salió tras el ángel, sin saber si lo que el ángel hacía era realidad; más bien pensaba que veía una visión.
10 Habiendo pasado la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió por sí misma. Salieron y pasaron una calle, y luego el ángel se apartó de él.
11 Entonces Pedro, volviendo en sí, dijo: «Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel y me ha librado de la mano de Herodes y de todo lo que el pueblo de los judíos esperaba».
12 Al darse cuenta de esto, llegó a casa de María, la madre de Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos. Muchos estaban allí reunidos, orando.
13 Cuando Pedro llamó a la puerta del patio, salió a atender una muchacha llamada Rode,
14 la cual, al reconocer la voz de Pedro, de gozo no abrió la puerta, sino que corriendo adentro dio la nueva de que Pedro estaba a la puerta.
15 Ellos le dijeron: –¡Estás loca! Pero ella aseguraba que así era. Entonces ellos decían: –¡Es su ángel!
16 Pero Pedro persistía en llamar; y cuando abrieron y lo vieron, se quedaron atónitos.
17 Pero él, haciéndoles con la mano señal de que callaran, les contó cómo el Señor lo había sacado de la cárcel. Y dijo: –Haced saber esto a Jacobo y a los hermanos. Luego salió y se fue a otro lugar.

Hechos 15:6-11

6 Entonces se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto.
7 Después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: –Hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo Dios escogió que los gentiles oyeran por mi boca la palabra del evangelio y creyeran.
8 Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros;
9 y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones.
10 Ahora pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?
11 Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos.

Juan 21

1 Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al Mar de Tiberias; y se manifestó de esta manera:
2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Dídimo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos.
3 Simón Pedro les dijo: –Voy a pescar. Ellos le dijeron: –Vamos nosotros también contigo. Salieron, pues, y entraron en una barca; pero aquella noche no pescaron nada.
4 Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa, pero los discípulos no sabían que era Jesús.
5 Y les dijo: –Hijitos, ¿tenéis algo de comer? Le respondieron: –¡No!
6 Él les dijo: –Echad la red a la derecha de la barca y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces.
7 Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: –¡Es el Señor! Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se había despojado de ella) y se tiró al mar.
8 Los otros discípulos fueron con la barca, arrastrando la red llena de peces, pues no distaban de tierra sino como doscientos codos.
9 Al descender a tierra, vieron brasas puestas y un pescado encima de ellas, y pan.
10 Jesús les dijo: –Traed de los peces que acabáis de sacar.
11 Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres; y aun siendo tantos, la red no se rompió.

12 Les dijo Jesús: –Venid, comed. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Tú, quién eres?», sabiendo que era el Señor.
13 Vino, pues, Jesús, y tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado.
14 Esta era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos, después de haber resucitado de los muertos.

Apacienta mis ovejas

15 Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: –Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos? Le respondió: –Sí, Señor; tú sabes que te quiero. Él le dijo: –Apacienta mis corderos.
16 Volvió a decirle la segunda vez: –Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: –Sí, Señor; tú sabes que te quiero. Le dijo: –Pastorea mis ovejas.
17 Le dijo la tercera vez: –Simón, hijo de Jonás, ¿me quieres? Pedro se entristeció de que le dijera por tercera vez: «¿Me quieres?», y le respondió: –Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: –Apacienta mis ovejas.
18 De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando ya seas viejo, extenderás tus manos y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras.
19 Esto dijo dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: –Sígueme.

El discípulo amado

20 Volviéndose Pedro, vio que los seguía el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él y le había dicho: «Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?»
21 Cuando Pedro lo vio, dijo a Jesús: –Señor, ¿y qué de este?
22 Jesús le dijo: –Si quiero que él quede hasta que yo vuelva, ¿qué a ti? Sígueme tú.
23 Se extendió entonces entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: «Si quiero que él quede hasta que yo vuelva, ¿qué a ti?»
24 Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero.
25 Hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales, si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén.